Los aranceles de Trump

El conjunto de opiniones sobre la amenaza de Donald Trump de implementar nuevos aranceles a las importaciones pareciera enfatizar el carácter proteccionista o la voluntad de continuar con la política industrial iniciada durante el gobierno saliente. En el blog del FMI el 12 de septiembre de 2024 se afirma que esa visión es incompleta y que debería “en el mejor de los casos reemplazarse con un enfoque macroeconómico”.

En ese contexto, la decisión de aumentar los aranceles representa sólo una faceta de una situación macroeconómica más compleja caracterizada por persistentes déficits comercial (productos y servicios) y fiscal los cuales podrían desencadenar una crisis mayor ante un cambio en las perspectivas de los inversores. Estados Unidos financia su déficit fiscal con emisión de bonos adquiridos en forma ilimitada y global porque todavía son vistos como una inversión sin riesgos.

El déficit comercial de Estados Unidos en 2023 fue de 784.890 millones y en el período enero-noviembre de 2024 alcanzó 813.854 millones. El déficit fiscal en el año 2024 (septiembre 23/octubre 24) fue de 1,83 billones de dólares correspondientes a gastos por 6,75 billones e ingresos por 4,92 billones. La recurrencia creciente a un mayor endeudamiento responde a la necesidad por razones electorales de satisfacer las demandas sociales abanderadas por sectores críticos del sistema económico.

El blog sostiene que el análisis debería incluir la situación macroeconómica de China al explicar ambos países un tercio del balance de la cuenta corriente global. Las exportaciones de China crecieron un 7,1% en 2024 para alcanzar los 3.577 billones y las importaciones sólo un 2,3% llegando a 2.585 billones arrojando un superávit de 992 billones similar al déficit de los Estados Unidos para todo 2024. China volvió a recurrir a mayores exportaciones para compensar la delicada situación creada por la crisis del sector inmobiliario a pesar de las declamadas referencias sobre la necesidad de impulsar la demanda interna.

La recurrencia a las exportaciones para sostener su crecimiento ha provocado una reacción negativa por sus derivaciones sobre sectores industriales de los Estados Unidos y Europa, pero también en los países del sudeste asiático y latinoamérica. La organización “Alerta Comercial” (GTA) señala que China implementó 5.400 políticas de subsidios desde el 2009 al 2022 equivalente a los 2/3 de todas las medidas adoptadas por las economías avanzadas del G20 muchas de las cuales están concentradas en sectores considerados prioritarios para el gobierno de ese país.

Este tema es también recogido en el Informe del FMI del 2 de agosto del año pasado sobre Consultas del Artículo IV. El informe dice que China hace un uso excesivo de la política industrial con un costo económico significativo; agrega que la combinación de subsidios “supply-side” y los escasos esfuerzos para impulsar la demanda doméstica son una “fuente de preocupación en los socios comerciales por las derivaciones de la sobrecapacidad y excesiva dependencia de un modelo de crecimiento basado en las exportaciones”.

El Informe agrega que el uso de políticas industriales y la intervención del Estado son extendidas y poco transparentes. Los últimos anuncios sugieren que el gobierno insistirá con estas políticas con el objetivo de alcanzar la autosuficiencia en ciencias y tecnología y modernizar las cadenas de valor industrial. En realidad, el gobierno de China considera que estas políticas apoyadas en las empresas del estado (SOE) forman parte de su estrategia para posicionarse como un interlocutor hegemónico en el escenario global.

Los aranceles de Donald Trump para denominarlos de alguna forma son parte de este contexto confrontativo. En la medida que China no revea sus políticas de autosuficiencia para reconocer la importancia de la coexistencia, el respeto a las reglas multilaterales y el derecho internacional habrá una creciente inestabilidad que poco ayudará a generar políticas para enfrentar los desafíos de la época actual.