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Lucio Galván, que este año finalizará el colegio secundario en Mendoza, ganó un concurso de escritura y, como premio, viajará a Holanda para conocer la casa de Ana Frank

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Entrada de la Casa Museo
Entrada de la Casa Museo de Ana Frank en Amsterdam (Reuters)

En estos tiempos donde los escándalos, las peleas y las descalificaciones impiden toda conversación y debate sobre temas cruciales, parece quedar poco espacio para las buenas noticias, para los logros maravillosos alcanzados, en base a esfuerzo, sacrificio y constancia de personas que pocos conocen.

Hace unas semanas, gracias a una nota aparecida en medios locales de la provincia de Mendoza, conocimos la historia de Lucio Galván -Lucho- quien debió abandonar la escuela después de concluido el ciclo primario para trabajar -como buena parte de su pequeño pueblo, Tres Porteñas- en la cosecha de uva y de cebolla.

Años más tarde –hoy tiene 24- comprendió que sin continuar con su educación no podría soñar con otros horizontes e ingresó al Centro Educativo de Nivel Secundario, el CENS 3-511, donde este año finalizará el ciclo. En paralelo, Lucho, con quien tuvimos el placer de conversar, siguió con su dura tarea de cosechador.

Una copia del diario de
Una copia del diario de Ana Frank, expuesta en el Centro Ana Frank de Berlín (Insa Kohler/dpa)

Los lectores se preguntarán a esta altura ¿qué particularidad tiene esta historia, más allá del esfuerzo notable de su protagonista? Pues bien, los maestros de Lucho no solo lo formaron y acompañaron, detectaron, además, su notable capacidad para escribir y desarrollar sus ideas y lo estimularon a participar de un concurso que hace 16 años realiza la Fundación Ana Frank en Buenos Aires, bajo el lema De Ana Frank a nuestros días.

Lucho plasmó sus ideas en un celular -no tenía computadora- se presentó y fue seleccionado entre los finalistas, por su ensayo titulado Entre los susurros del pasado y los ecos del presente, lo que le permitió viajar a la ciudad de Buenos Aires, realizar un seminario e intervenir en un segundo concurso, esta vez de proyectos para mejorar la educación de adultos y adolescentes.

En esa segunda etapa, el joven mendocino presentó uno basado en su propia experiencia: Cadena de Inclusión: Cultivando un Futuro Juntos por el que proponía que quienes terminaran sus estudios cumplieran luego un rol de integración de otros jóvenes y adultos para, junto a los Centros Educativos, convocarlos a educarse y progresar.

La casa de Ana Frank
La casa de Ana Frank en Amsterdam, Holanda

Lucho ganó también este concurso y el premio -increíble e impensable para él poco tiempo antes- de un viaje a Amsterdam, que se concretará dentro de un par de meses. Allí conocerá la casa de Ana Frank, la niña que nos legó su extraordinario Diario escrito mientras vivía escondida en un altillo para evadir la persecución nazi a los judíos.

Sin dudas, esta experiencia seguirá alimentando las capacidades de Lucho, su deseo de mejorar la vida de otros jóvenes, su profunda convicción sobre la importancia de la enseñanza, la inclusión y la solidaridad.

Esto nos motiva a plantear, una vez más, la enorme trascendencia de la educación, herramienta esencial para todo país que aspire a un desarrollo sustentable. Como bien lo resumiera hace pocos días uno de los destacados especialistas en la materia, Bernardo Blejmar “el riesgo país no está solo en la tasa económica y financiera. Hoy el verdadero riesgo país está en las pruebas Aprender, el éxodo de científicos y el desfinanciamiento de la cultura… Ahí tenemos un gran déficit: la educación no está en el centro del debate público”.

A pesar de esas grandes carencias y de la falta de preocupación real de la dirigencia por la educación, miles de héroes anónimos -como los maestros y profesores de Lucho- siguen haciendo su tarea con dedicación y desplegando sus brillantes capacidades contra viento y marea.

Museo Ana Frank, en Buenos
Museo Ana Frank, en Buenos Aires

Es el caso de Karina Sarro y Lucas Vogel, elegidos y premiados entre más de 5000 nominaciones de 89 países para la definición del GEMS Education Global Teacher Prize, un premio de la Fundación Varkey y la Unesco que reconoce cada año al educador más destacado del mundo por su contribución excepcional a la profesión, una especie de “Premio Nobel” de la educación.

Vogel en Misiones y Sarro en el Gran Buenos Aires trabajan con creatividad e ingenio, casi sin recursos, pero utilizando las más modernas técnicas, para que sus alumnos aprendan, entre otras, materias tan vitales como las matemáticas y la educación tecnológica.

Seguramente hay muchos más Luchos, Karinas y Lucas que hacen lo suyo y siembran futuro en tantos rincones de la Argentina. Es bueno el justo reconocimiento y destacarlos como ejemplos a seguir, pero con eso no alcanza, debemos exigir a la dirigencia política un claro, concreto y planificado compromiso para que sepan que la respuesta a la pregunta que encabeza esta nota es: ¡LA EDUCACIÓN!, base ineludible para la igualdad de oportunidades, para el crecimiento y para el futuro promisorio que anhelamos.

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