
Con el derrumbe del sistema político y económico del año 2001, dos nuevas figuras políticas surgieron en el firmamento: Néstor-Cristina, por un lado; y Mauricio Macri, por el otro.
¿Qué significaba cada lado? Por una parte, el peronismo se fusionaba con la izquierda, creando un maridaje entre el “populismo corrupto” y una ideología que le daba cobertura y legitimidad.
Su contracara, una nueva propuesta de la centroderecha, entre liberal y conservadora, que supo construir una alianza con la UCR, la Democracia Cristiana, los conservadores, el “fenómeno Lilita” y una “pata peronista” (como decía el General, al final, todos somos peronistas).
En Argentina, nunca existió el eje alternativo izquierda-derecha, como se planteó entre todos nuestros vecinos (Chile, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Brasil), y siempre construimos “frentes a la bartola”, con eje en el peronismo o el antiperonismo. El resultado: un periodo de varias décadas de decadencia, con ocasionales “veranitos” de crecimiento que terminaban deglutidos por crisis, cada una peor que la anterior.
Juntos por el Cambio no pudo -o no supo- escapar de este péndulo siniestro, pero sí pudo ayudar a construir una línea de continuidad (las 3 emes: Menem, Macri, Milei) que expresó una voluntad en más de la mitad de la ciudadanía, que tiene una clara identidad occidental, capitalista y cuestionadora de los excesos del intervencionismo estatal.
La Libertad Avanza logró ser el beneficiario del hastío de la mayoría, frente a la polarización entre el kirchnerismo y JxC, ambos asociados con la frustración y el fracaso.
Las elecciones de medio término de octubre del 2025 son la oportunidad de madurar una autocrítica y relanzar una propuesta de centroderecha dispuesta a colaborar con la “nueva derecha” de LLA en un gobierno de coalición. Buena parte de la UCR y la Coalición Cívica acuerdan en este objetivo.
Pero dentro de cada fuerza debe depurarse el debate entre quienes sostenemos esta alternativa y los que defienden posiciones de lisa y llana oposición (incluyendo a quienes, en la práctica, operan como aliados del kirchnerismo).
Por eso son importantes las PASO. La nueva conformación de un frente de centro debe demostrar, derrotando a sus rivales internos, que no es tibio -aunque lo haya sido en el pasado- y que, por el contrario, es un factor de gobernabilidad, estabilidad y credibilidad central. De hecho, así lo viene demostrando en este primer año de gobierno de LLA.
No nos sumemos al coro de los que predican la necesidad de una mera fusión por adhesión que solo oculta un proyecto autoritario y que, aunque exista una moda universal en ese sentido, se opone a nuestras mejores tradiciones occidentales.
Lo que no debe hacer el PRO es convertirse en una pequeña “cabina telefónica”, sin debate, sin afiliados, sin vida…
Nuestro mejor proyecto de convivencia ciudadana está explicitado en nuestra Constitución Nacional. No nos apartemos de ella.
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