
Hoy, 19 de octubre, se cumplen 110 años de la muerte de Julio Argentino Roca, el hombre que dejó una huella indeleble en la historia argentina. En un contexto donde el liberalismo ganó fuerza en el país, su figura y legado merece ser releído sin connotaciones políticas anacrónicas.
Nacido en 1843 en Tucumán, Roca fue el artífice de un país que, hasta su llegada al poder, estaba fragmentado. No fue solo el comandante de la polémica Campaña del Desierto, sino también el impulsor de reformas claves, como la Ley 1420, que estableció la educación primaria gratuita, obligatoria y laica, asegurando que miles de niños tuvieran acceso a la educación en una Argentina que empezaba a consolidarse.
Además de la educación, Roca supo priorizar el desarrollo de infraestructura, conectando las provincias con el ferrocarril, una obra clave que facilitó la integración. Bajo su mandato, el tren llegó a lugares como San Juan y la Quebrada de Humahuaca, lo que abrió rutas hacia Bolivia y Neuquén. Su visión también consolidó la soberanía sobre territorios como la Patagonia y Tierra del Fuego. La diplomacia también fue su fuerte, evitando un conflicto armado con Chile mediante acuerdos limítrofes estratégicos.
Uno de los temas más controvertidos es la Campaña del Desierto, que muchos han tachado de violenta. Sin embargo, vista desde la perspectiva de la época, la campaña fue una solución a la constante amenaza que los malones representaban para el sur. Como bien expresa Alberto Benegas Lynch (h), “Roca fue un actor civilizador en la defensa contra los malones que asesinaban, robaban, secuestraban y torturaban a las poblaciones”. La campaña permitió que la Patagonia fuera incorporada al territorio argentino y no cayera en manos chilenas.
En cuanto a la defensa nacional, Roca también dejó su huella. Modernizó el Ejército y la Armada, estableciendo el servicio militar obligatorio y dotando a las fuerzas armadas argentinas de una flota moderna, que consolidó el control de las costas. En su discurso de asunción presidencial en 1880, señaló la importancia de “el Ejército y las vías de comunicación” como pilares para la paz y la estabilidad del país, algo que llevó a cabo con dedicación durante su mandato.
Hoy, con un gobierno liberal en el poder, la figura de Roca vuelve a cobrar importancia. Su visión de un Estado que facilitara el crecimiento económico y la estabilidad social sigue siendo relevante. En una de sus citas más famosas, Roca expresó:
“Mi opinión es que el comercio sabe mejor que el gobierno lo que a él le conviene; la verdadera política consiste, pues, en dejarle la más amplia libertad. El Estado debe limitarse a establecer las vías de comunicación y a levantar bien alto el crédito público en el exterior”.
Esta frase encapsula su enfoque. Para Roca, el Estado debía proporcionar las condiciones adecuadas para el desarrollo, como la infraestructura y la estabilidad financiera, pero no debía intervenir más allá. Creía firmemente en la capacidad del comercio para impulsarse a sí mismo, siempre que se le otorgaran las libertades necesarias.
Si miramos a grandes rasgos, la Campaña del Desierto fue solo una parte de su legado. Roca fue más que eso: consolidó la soberanía argentina, entendió la importancia de la educación y la modernización de las fuerzas armadas, e impulsó la infraestructura necesaria para integrar un país diverso y extenso.
Ese legado sigue siendo relevante hoy en día. En este aniversario de su fallecimiento, vale la pena recordarlo como alguien que defendió el orden y la libertad económica como los pilares sobre los que debía construirse una nación próspera. Un poco de esos rasgos es lo que la Argentina del siglo XXI debe recuperar.
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