
¿Cómo será la gestión de los residuos del agro de acá a diez años? La pregunta surge tras casi una década de sancionada la Ley 27.279 que establece los presupuestos mínimos de protección ambiental para gestionar uno de los principales residuos agroindustriales hoy en día: los envases vacíos de fitosanitarios. En sus bases, esta ley extendió las responsabilidades a toda la cadena involucrada en el ciclo de vida del producto fitosanitario, buscando la reinserción del residuo post consumo como un recurso y protegiendo a su vez el ambiente y la salud de las personas.
El agro es la única industria en el país que ha implementado un sistema integral de gestión que cumple con un régimen legal que promueve la protección ambiental y la economía circular. La Ley 27.279 es pionera además porque es la primera en responsabilizar al fabricante de un producto en realizar acciones posteriores a la venta. En este caso, el financiamiento y puesta a disposición de una plataforma para la recuperación y revalorización del residuo que ese fabricante genera.
En este sentido los productores, una vez lavados los envases usados en las actividades productivas, deben entregarlos a los CATs (centro de almacenamiento temporales) para garantizarles una gestión responsable y reutilización en usos permitidos, como por ejemplo materia prima para la fabricación de envases tricapa que contendrán nuevamente productos agroquímicos. Si bien el sistema evoluciona en todo el país (21 provincias) y los kilos de plástico recuperados aumentan, abandonar completamente la percepción de los envases como residuo no deseado que debe ser desechado y pasar a considerarlo un recurso con una segunda oportunidad, es por un lado el deseo de evolución que impulsó la sanción de la 27.279, pero también sigue siendo uno de sus desafíos más grandes.
Al imaginar el campo argentino de acá a diez años, seguramente todos estaremos de acuerdo en que será pujante y estará atravesado por la innovación y las herramientas digitales. Ya en 2024 los productores agropecuarios son quienes mueven al sector: generan campañas y ciclos de cultivo exitosos y soluciones que regeneran la tierra y hacen que todo vuelva a comenzar. Así como el agro está pensando qué herramientas incorporar para añadir más previsibilidad y precisión, será clave seguir dando pasos para que el productor agropecuario se sienta y, principalmente, actúe como agente de cambio.
La conducta de cada actor condiciona la posibilidad de que el sigue en la cadena pueda aportar al cumplimiento de la Ley. Todo comienza con los productores y aquellos que ya están aportando al sistema y devuelven sus envases vacíos de fitosanitarios en jornadas de recolección y Centros de Almacenamiento Transitorio son los que hoy generan un campo libre de plástico.
Al mirar hacia atrás, hay mucho camino recorrido desde la sanción de la ley el 14 de septiembre del 2016, retos y logros cumplidos en esta materia. En el largo plazo, por qué no en 10 años, los próximos desafíos podrían abarcar el convertir el sistema en uno que gestione todos residuos del agro, no sólo envases, y multiplicar su impacto positivo.
Nos encontraremos con desafíos ambientales y sociales cada vez mayores. Las certificaciones agrícolas son una herramienta para cumplir con estas expectativas, pero también una forma de demostrar responsabilidad en el sector agropecuario. Se está incrementando la demanda de requisitos ambientales a nivel mundial y las certificaciones nacieron para comprobar que esos requisitos son cumplidos.
Este año se cumplió un hito histórico para la cadena de valor del agro argentino, con la recuperación de más de 14 millones de kilos de envases vacíos de fitosanitarios a través de las más de 850 jornadas de concientización y recepción y los más de 80 CATs desplegados en distintos puntos del país. Con estos desafíos planteados, ya nos quedan muchos pasos para dar y concretar los avances que imaginamos para la próxima década.
El autor es gerente de Institucionales y Comunicación de CampoLimpio
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