
El 29 de agosto hemos celebrado una vez más el día del abogado. A propósito de la fecha, desarrollaremos algunas reflexiones. Ya no alcanza con saber de leyes para ejercer la profesión de abogado. La industria legal está cambiando a pasos agigantados, atravesada por los avances tecnológicos que plantean la automatización y por las herramientas de optimización para operaciones diarias. Esto produce una modificación en la vida laboral cotidiana y genera más tiempo para dedicar a clientes y a grupos de trabajo.
En los próximos años, a los futuros abogados se les pedirá que estén “equipados” con una nueva comprensión de los negocios, de la tecnología y, específicamente, de una variedad de habilidades y destrezas. Los conocimientos relacionados con economía, tecnología y habilidades interpersonales y de análisis son claves para los profesionales que quieren mantenerse en actividad sin perder el ritmo de la constante evolución de herramientas laborales. Será casi una obligación saber sobre el impacto que tienen los avances en inteligencia artificial (IA), las criptomonedas y la blockchain en los servicios legales.
Actualización permanente
En este escenario, cabe la pregunta: ¿Dentro de 10 años, seguirán existiendo los estudios de abogados tal como los conocemos actualmente?
Los abogados 2.0 no necesitarán ser capaces de programar, pero precisarán una comprensión íntima y continua de cómo identificar y utilizar las soluciones de inteligencia artificial para satisfacer los requerimientos de sus clientes. En particular, los futuros profesionales de la abogacía tendrán que saber cómo evaluar las características de estas tecnologías para aplicar la solución de IA más conveniente.
Estudios del futuro
Los despachos de abogados deberán cambiar su composición y estructura de dos formas fundamentales. Primero, no será necesario reclutar grandes cantidades de abogados jóvenes para realizar tareas rutinarias que ya no son necesarias. En cambio, debido a la carga de la capacitación continua, las firmas tomarán decisiones de contratación mucho más específicas, con el objetivo particular de que los abogados que realmente se unan al estudio permanezcan allí mucho tiempo.
En segundo lugar, deberán desarrollar un programa para capacitar a la próxima generación de abogados para que, con el tiempo, se conviertan en el brazo ejecutor del servicio de “última milla”, es decir, aquél que requiere de mayor especialización. En otras palabras, los abogados podrán entregar el valor agregado al trabajo ya que los procesos más generales caerán en manos de soluciones de IA.
La realidad es que el mundo seguirá requiriendo de abogados en los próximos años. Serán más especialistas que generalistas y contarán con destrezas adicionales al conocimiento de la ley. Tendrán que contar con habilidades tecnológicas, sociales y comerciales, pero seguirán siendo en esencia profesionales del derecho. Un dato alentador para las nuevas generaciones.
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