
Hay acontecimientos que nos impactan de modo profundo, pero las consecuencias las vamos percibiendo gradualmente.
El día que asesinaron al padre Carlos Mugica yo tenía 19 años. Estaba estudiando Ingeniería en la Universidad Tecnológica y trabajaba como electricista en una fábrica del barrio de Barracas en la ciudad de Buenos Aires. Participaba con otros jóvenes de un grupo universitario de la Acción Católica.
En la noche fuimos al velatorio en la Villa 31. Vienen a mi memoria recuerdos como en nebulosa. El frío, meter los zapatos en el barro, la oscuridad. Así nos fuimos acercando a la Capilla, de a poco, entre la multitud.
Cuando llegamos ante el cajón me conmovió en lo hondo del corazón el llanto y el dolor de los pobres de esa comunidad. Mujeres, hombres, niños, jóvenes. Los monaguillos vestidos con sotanita negra y roquete blanco. Todos lloraban la muerte violenta de su pastor. Aún hoy cierro los ojos y vuelvo a recoger en el recuerdo el sentimiento de orfandad en ellos.
Luego… el camino al cementerio de una multitud a pie y los sacerdotes cargando en el hombro el ataúd con su hermano cura martirizado. Expresión de comunión con quien no se cortaba solo en su entrega.
“¿Y ahora?”. Ese interrogante se fue afianzando en mi corazón durante las semanas y meses siguientes.
Esa noche de hace 50 años marcó el inicio de los planteos vocacionales que en agosto de ese mismo año me llevaron a discernir mi ingreso al Seminario.
No recuerdo haber tenido contacto personal con el padre Carlos. Sí había leído algunos de sus escritos y notas periodísticas.
Me quedaba como imagen la de un sacerdote entregado con generosidad haciendo presente a la Iglesia entre los pobres. Anunciando el Evangelio y comprometido en la promoción humana de su comunidad. El lema que se está divulgando estos días reza “El padre Carlos Mugica vive en el corazón de su Pueblo”.
Soy testigo de que ya era así antes del martirio.
*El autor es un arzobispo argentino, titular de la arquidiócesis de San Juan de Cuyo, miembro del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano.
Últimas Noticias
La civilización nihilista no ofrece esperanzas
La automatización y la digitalización potencian la desigualdad, consolidando el poder en una élite y excluyendo a amplios sectores sociales

La utopía emprendedora es posible
Una idea pequeña puede volverse inspiradora, ser motor de un cambio y forjar los cimientos para un proyecto de vida

COP-30: una cumbre fracturada en dos realidades paralelas
Afuera, la Amazonía marca un ritmo histórico. Adentro, la diplomacia tropieza y se incendia en más de un sentido
Un plan de paz que redefine Europa
Sacrificar la autonomía estratégica de un país invadido no es un acuerdo sostenible; es una pausa que deja intactas las condiciones que provocaron la invasión




