
En Pentecostés los cristianos celebramos uno de los sucesos más importantes en la historia de Cristo. El Espíritu Santo es una de las tres personas por las que Dios se manifiesta. 50 días después de la crucificción, muerte y resurrección de Jesús, Dios Padre envía a la tierra al Espíritu Santo sobre los apóstoles que estaban reunidos, tal como Jesús se los había anunciado antes de su muerte.
“Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse”. (Hech. 2,4).
Y así Dios en la persona del Espíritu se instaló en ellos y está en cada uno de nosotros.
Este domingo 28 de mayo este cronista participó de la celebración en la Basílica de San Pedro en Roma. El templo monumental pleno de luz y colmado de fieles de todo el mundo. El Santo Padre en su silla de rehabilitación física mostró buen ánimo y, con voz firme y como acariciando las palabras, leyó la homilía cuyos conceptos principales comentamos. Hay que decirlo también. Acompañadas con un gran sentimiento de dolor en los silencios entre palabras y en estas cuando se refirió a los conflictos bélicos y al ánimo de los hombres que conducen esos conflictos...y de indignación cuando expresó: “Muchas guerras, muchos conflictos; ¡parece increíble el mal que el hombre puede llegar a realizar!”.
El Espíritu Santo en nuestras vidas
El Pontífice nos recordó la importancia del Espíritu Santo en nuestra vida, para que no olvidemos que está presente y de invocarlo para que con la máxima fuerza divina traiga paz al mundo y en nuestros corazones.
“…el Espíritu -afirmó el Santo Padre en su homilía- es aquel que, al principio y en todo tiempo, hace pasar las realidades creadas del desorden al orden, de la dispersión a la cohesión, de la confusión a la armonía.”
Espíritu Santo: ¡venid a expulsar al demonio que nos divide!
“En el mundo en el que vivimos -dijo el Papa Francisco- intoxicado de discordia y de gran división, anestesiados por la indiferencia y oprimidos por la soledad pidamos al Espíritu Santo que venga cada día a nuestro mundo” porque hay “muchas guerras, muchos conflictos donde lo que alimenta nuestras hostilidades es el espíritu de la división, el diablo, cuyo nombre significa precisamente ‘el que divide’”.
“Y, frente al mal de la discordia, nuestros esfuerzos por construir la armonía no son suficientes. He aquí entonces que el Señor, en el culmen de su Pascua, en el culmen de la salvación, derramó sobre el mundo creado su Espíritu bueno, el Espíritu Santo, que se opone al espíritu de división porque es armonía; Espíritu de unidad que trae la paz”, dijo el Papa ante los miles de feligreses.

La Iglesia no impone un orden legal, propone la armonía
El Santo Padre explicó que el Espíritu Santo además de estar presente en la creación también actúa en la Iglesia desde el día de Pentecostés. “Por eso -dijo- la Iglesia regula su acción en la armonía (que) no es un orden impuesto y homologado sino un orden «organizado de acuerdo a la diversidad de los dones del Espíritu»”.
Cada uno con su cultura y con su lengua
También el Papa Francisco recordó que en Pentecostés, el Espíritu Santo descendió en numerosas lenguas de fuego, dando a cada uno la capacidad de hablar otras lenguas. “No creó una lengua igual para todos, no eliminó las diferencias, las culturas, sino que armonizó todo sin homologar, sin uniformar”. Como cuando nos habla del respeto debido a las caras del poliedro versus la eliminación de las diferencias de la esfera.
Cuidemos de no incurrir en el indietrismo
A esta altura de su homilía Francisco nos advirtió una vez más contra el indietrismo, neologismo derivado del italiano “indietro” que se traduce como “un ir hacia atrás”, tendencia cuasi conservadora a involucionar, propia de quienes temerosos a cualquier cambio quieren seguir haciendo lo que hicieron siempre aunque ello no se concilie con lo bello, lo bueno y lo verdadero contradiciendo el espíritu de Dios. Precisamente dice el Santo Padre “…esto debería hacernos reflexionar en estos momentos (en el aquí y ahora) en los que la tentación del indietrismo pretende homogeneizarlo todo en disciplinas de mera apariencia, sin sustancia”.
Crear el amor es superior al estructuralismo
“El Espíritu -enseña el líder máximo del catolicismo- no comienza por un proyecto estructurado -como hacemos nosotros, que a menudo nos perdemos después en nuestros programas-. No, Él empieza repartiendo dones gratuitos y sobreabundantes. De este modo, el Espíritu crea armonía, nos invita a dejar que su amor y sus dones, que están presentes en los demás, nos sorprendan”.
Naveguemos juntos llevados por “los vientos del Espíritu”
El camino de los católicos está en relación con el Espíritu como las velas lo están con el viento. Camino que denominamos sinodal, de sínodo “caminar juntos”, y debe dejarse llevar por “el soplo del Espíritu”. Así la Iglesia -el pueblo fiel de Dios- ”navega -dice el Papa- solo con Él, que es el alma de la Iglesia, el corazón de la sinodalidad, el motor de la evangelización”.
“Sin Él la Iglesia permanece inerte, la fe es una mera doctrina, la moral sólo un deber, la pastoral un simple trabajo…”. Por lo que debemos “volver a poner al Espíritu Santo en el centro de la Iglesia” para lograr la armonía y vivir la gran aventura del amor.
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