
Nací y me eduqué en un mundo de enamorados de la vida que otorgaban al dinero su lógico lugar de instrumento. Hoy me entristece y me asombra un tiempo de seres que viven enamorados del dinero y que atraviesan su vida como si fuera un simple devenir de la codicia. Formando parte de ese retroceso, nuestra dirigencia eligió la riqueza como única virtud y la complicidad como símbolo de pertenencia. El talento y la coherencia se volvieron defectos que amenazan con la traición, el arrepentimiento y la denuncia. El kirchnerismo, en especial después de la muerte de su fundador, entregó el peronismo a los restos del marxismo y la guerrilla, dos grupos que se ocuparon de enterrar el intento de unidad nacional que el General nos había dejado como legado. Ellos se dedicaron a ocupar el Estado y desplegar resentimientos que nos condujeron al papelón actual y al riesgo cierto de ni siquiera figurar en la segunda vuelta electoral.
A grandes rasgos, el peronismo se asemejó a la estirpe de Lula y del Pepe Mujica, defendía los intereses de la patria y de los humildes. La izquierda, sin embargo, habita en el resentimiento, sigue reivindicando a Cuba y a Venezuela, hasta a la misma Nicaragua, expresando a la vez a burocracias como a marginales, nunca a trabajadores ni protegiendo la libertad.
Sólo se entienden los movimientos populares desde el patriotismo, que en el caso de Brasil expresan tanto Lula como Bolsonaro incluso desde ideas opuestas. Cuando se analiza el saqueo de YPF, desde la privatización informada por Parrilli hasta los juicios perdidos por los Eskenazi, con sólo repasar esos robos, queda a la vista la ausencia de patriotismo de ese pretencioso sector. Parecido al saqueo de Macri pidiendo ayuda al FMI para fugarla con sus amigos sin dejar ni un jardín de infantes. Nuestra decadente política habita entre dos frentes que en su mayoría defienden intereses particulares y pocas veces a la patria y los necesitados.
Casualidad o destino, desde la muerte del General surgen liberales sin patria ni bandera, primero Celestino Rodrigo para denostar a Gelbard, luego Martínez de Hoz para destruir la industria e imponer los bancos y finalmente Menem, para disolver el Estado. Hoy Milei es más vigente que La Cámpora, en rigor es el mayor cuestionador del sistema perverso en el que habitamos, no porque intente subsanarlo sino tan solo exacerbarlo. La invasión de la izquierda deja al peronismo sin opción electoral, la izquierda sabe gritar pero jamás aprendió a ganar elecciones, en rigor ni pareciera interesarles, la democracia y la libertad no es lo de ellos.
El sueño de los bancos y los ricos se cumple si logran que se enfrenten dos liberalismos, a cuál más insensible y antipopular, y que terminen imponiéndose. Radicales y peronistas se disputaban el patriotismo y las clases sociales pero ahora vienen los mercachifles a discutir entre ellos, ganancias e inequidades. Son ateos agresivos y ricos soberbios, gente que eligió cambiar de cultura, olvidar el humanismo europeo para enamorarse de la impiedad sajona. Son agresivos, convencidos que ser rico es la única forma de conocer la felicidad. En realidad sólo acumulan, disfrutan en el número al que arribaron a través de sus agachadas e impunidades. Hay liberales humanistas y productivos, fundan culturas, a nosotros nos tocó la borra, gerentes extranjeros e intermediarios sin talento, en medio de un gran porcentaje de coimeros.
La crisis con Larreta desnuda un nivel de egoísmo que impide cualquier intento de formar un partido o sea, un conjunto de voluntades dispuestas a debatir un proyecto común por sobre los intereses personales. Ser jefes les queda grande y ser leales les queda lejos. El PRO como partido no logró superar su esencia capitalina y Larreta prefiere apoyar su propia candidatura poniendo en riesgo la pertenencia partidaria de su propio heredero. Son tan “nuevos” que en diez y seis años no lograron ponerse de acuerdo en cómo elegir al sucesor. Duele y mucho, más cuando el oficialismo se convierte en un gobierno sin rumbo ni destino. A Macri se le sublevó Larreta y a Cristina le pasó lo mismo con Alberto, de puro inseguros ambos eligieron mediocres, tanto que fracasan hasta cuando se sublevan. La grandeza encuentra herederos, la pequeñez solo traidorzuelos. A la oposición le tocará gobernar, el gobierno actual es tan mediocre que únicamente puede asustar con el cuento “del lobo de la derecha”. Lograron que crezca la pobreza a la par de los conservadores, un triste y pretencioso progresismo que termina su ciclo convocando al atraso. Cuesta imaginar que existan otros que puedan ser peores. A veces el pesimismo nos lleva a pensar que todo es posible, sólo nos falta imaginación.
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