
Es cierto que, en ocasiones, se vinculan caprichosamente grandes hechos históricos con no tan grandes acciones presentes, generalmente para sobrevalorar acciones propias, dotándolas de una grandeza y una épica inexistentes.
Así, por ejemplo, hemos observado muchas veces -en todo el mundo- a jóvenes portadores de remeras o boinas guevaristas auto percibirse protagonistas de la historia ocurrida a mediados de los ‘60 en Cuba, el Congo o Bolivia. O, más cerca nuestro, a militantes del cristinismo enfervorizados que cuestionen como “miembros de la dictadura” a cualquier mortal que no comparta sus ideas, creyendo que de ese modo pueden emparentarse con quienes “de verdad” enfrentaron la dictadura, como Graciela Fernandez Meijide, Magdalena Ruiz Guiñazú, Raúl Alfonsín, Saúl Ubaldini y miles de argentinos con vocación auténticamente democrática.
Pero hay veces que el vínculo es real, existe y explica los hechos de hoy, profundizando en los que se produjeron en el pasado.
En la década del ‘50 sectores de la izquierda argentina comenzaron a implementar la táctica del “entrismo” en el peronismo. El objetivo era lograr la radicalización del movimiento penetrado hacia posturas revolucionarias. Entendían que, entrando al peronismo, “se les permitía mantener un contacto cotidiano con decenas de miles de trabajadores, ganando su derecho a participar en la lucha y en la discusión sobre los objetivos del movimiento” (Wikipedia). Seguramente sus dirigentes, en esos años, también instaban a sus militantes “a cantar la marcha”. Contribuía a enmascarar la táctica, a instalar en la marea la confusión del “somos lo mismo”.

En la década del ‘70 otra expresión del entrismo, desde otro origen, ya estaba instalada firmemente en nuestra realidad. El grupo Montoneros, que desde 1972 debatía su unificación con la organización marxista Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), crecía y se consolidaba dentro del movimiento justicialista, especialmente entre la juventud. Su proyecto distaba del propuesto por Perón y se sintetizaba en la consigna “la Patria Socialista”, contrapuesta a la idea de “Patria Peronista” impulsada por Perón y millones de sus seguidores. La expresión más sincera de este conflicto la dio el ex oficial montonero y ex rector de la UBA Ernesto Villanueva, quien dijo hace algunos años: “Perón había traicionado, tenía un proyecto alternativo al nuestro... Distinto... Teníamos que forzar ante el pueblo la diferencia entre Perón y nosotros”. Entonces mataron a Rucci, para intentar forzar a Perón para que negocie con ellos y les otorgue el poder al que aspiraban. Y continuaron matando a cientos de argentinos. Los dirigentes montoneros también instaban a sus bases a “cantar la marcha”, incluso aquella parte que dice “Perón, Perón, gran conductor”, aunque su conducción era sistemáticamente objetada.
Pero tan cierto como que hechos del pasado y del presente a veces se vinculan y se asemejan, es “que la primera vez se produce como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”.
La actual vicepresidenta renegó permanentemente del peronismo, a excepción de los períodos electorales donde “abrazó generosamente” al movimiento detestado. Fue explícita en numerosas oportunidades (“A mi nunca me interesó el partido...,que se suturen el o..., a los del partido los dejamos hablando solos,...acá en Santa Cruz nunca le dimos bola al partido...”). Personalmente fui testigo, una tarde en la CGT, de la desazón de Antonio Cafiero cuando concurrió a comentar cómo le había ido en su recorrida solicitando colaboración económica para la construcción de un monumento a Perón. “Por ese viejo de m..... no pongo un peso”, le había respondido entonces la senadora Cristina Fernandez de Kirchner.
¿Cómo se explicarían entonces sus desesperados gestos intentando que el puñado de manifestantes que la vivaban frente al Congreso “canten la marcha”? Era imprescindible disimular el sectarismo que la había acompañado en su permanente accionar político; era necesario involucrar al peronismo -a todo el peronismo si pudiera- en las andanzas de Baez, López, De Vido, Fatala y ella misma; era fundamental asociar la investigación de los fiscales por maniobras millonarias con una supuesta “persecución al peronismo”. Esta vez, aunque grotescamente, se volvía a instar a la gente a cantar la marcha...
La mayoría de nuestra sociedad se agotó de tanta impostura. Lo expresé en varias oportunidades: la sociedad argentina ya les picó el boleto. Los peronistas también les picamos el boleto. Aunque una dirigencia sumisa no se anime a cuestionar sus decisiones, cada vez más peronistas agotados de Putin, Maduro, Cuba, Lázaro Baez, Boudou, el pobrismo esclavizador, la reivindicación del delito y los delincuentes, el doble discurso y la falacia del “inclusive”, comenzaron a tomar distancia y a recuperar sus convicciones y sus valores.
Estoy absolutamente segura que el próximo año las urnas lo van a demostrar. Especialmente en los que consideran sus bastiones inexpugnables, aunque multipliquen sin límites un nuevo “Plan Platita”. Las elecciones legislativas de 2021 iniciaron este proceso. Las de 2023 reflejarán una verdadera rebelión electoral peronista.
Seguí leyendo:
Últimas Noticias
La era de los asistentes inteligentes: un punto de inflexión para sectores críticos
En América Latina, el mercado de chatbots y automatización alcanzó los USD 302,67 millones en 2024 y proyecta un crecimiento anual del 12,3% hacia 2034

Argentina, laboratorio global del futuro financiero
El país combina un ecosistema local con enorme talento técnico, startups Web3 competitivas a nivel global y una cultura social que no teme probar nuevas herramientas financieras
Cuando las máquinas hacen el trabajo, el desafío vuelve a ser humano
La paradoja de nuestro tiempo es que cuanto más poderosas se vuelven las tecnologías, más importante es recordar qué significa ser persona

Jóvenes, trabajo y reforma: lo que el Congreso debería escuchar
Frente al debate legislativo que se aproxima, la pregunta no es si la reforma laboral es necesaria, sino qué reforma y para quién

Rubber Soul, cuando el alma de los Beatles se abría para el gran cambio
Se cumplen 60 años del lanzamiento del disco que marcó un claro salto en cuanto a la madurez personal y musical de los Fab Four




