
En los tiempos que corren pareciera que el ciudadano común y los gobernantes se olvidaron de los ejemplos de los grandes hombres que concibieron y llevaron a cabo proyectos exitosos, que cambiaron para siempre el destino de sus semejantes y de generaciones posteriores.
Proyectos en los que pusieron su vida y su empeño. El más grande de estos hombres en nuestra Patria sin lugar a dudas fue José de San Martín. Pues tuvo que pelear no sólo contra el imperio español, sino también contra la ingratitud y la mezquindad de los gobernantes de las Provincias Unidas, que terminaron prácticamente abandonándolos a él y a su ejército del otro lado de la Cordillera. Eran gobernantes que anteponían sus intereses personales por encima del bien común.
¡Cuántas veces se repitió esto en la historia de nuestra Patria!
Siempre me había impresionado la perseverancia y la valentía del General San Martín y me preguntaba quiénes fueron aquellos que lo acompañaron en tamaña aventura.
Y fue así que me reencontré con nombres de calles que había visto miles de veces y que surgían también de los nublados recuerdos de la escuela secundaria. Eran de jóvenes oficiales que fueron protagonistas de hazañas increíbles, comandando a soldados humildes y valientes; negros, indios, mulatos, mestizos y criollos que regaron con su sangre el árbol de la libertad de medio continente.
Entre ellos se destacan los granaderos, “aquellos guerreros que fueron centauros”, como dijo Rubén Darío en La Marcha Triunfal. El regimiento creado por el guazú San Martín, la niña de sus ojos.
¿De dónde habían venido sus hombres y quién los había elegido y preparado para convertirlos en un regimiento de caballería similar a los mejores de la Europa de esa época?
Habían venido de todos los rincones de las Provincias Unidas pero principalmente del Litoral y de Cuyo y también algunos de las pampas bonaerenses. El General José de San Martín los había preparado para la guerra, basándose en sus años de combate en el Viejo Continente y en sus estudios de las tácticas y maniobras militares de la caballería de esa época.
Al mismo tiempo se incorporaron al regimiento jóvenes de las familias más acomodadas de la colonia pues los granaderos se presentaban como un “cuerpo de élite” y ellos anhelaban combatir junto a José de San Martín.
Él quería que sus hermanos de sangre, los guaraníes según él mismo decía, integrasen las nacientes formaciones del regimiento. Los mandó a buscar y le respondieron. Vinieron cerca de trescientos y fueron la base de los primeros escuadrones. En la batalla de San Lorenzo eran mayoría entre los hombres que combatieron. Ese día comenzó la leyenda de aquellos que, como Cabral, dijeran “muero contento por haber batido al enemigo”.
Los granaderos eran los primeros en enfrentar a las avanzadas enemigas, los que quedaban cuidando la retaguardia cuando las tropas se retiraron, los que vigilaban y protegían los campamentos. En suma eran los ángeles guardianes del Ejército Libertador. Pero no eran ángeles del cielo, porque estos no derraman sangre, eran ángeles de aquí, de la tierra americana y derramaron la suya en Uruguay, Chile, Bolivia, Ecuador, Perú y por su puesto... en nuestra Patria. Se fueron más de mil. Sólo ochenta volvieron a sus pagos después de doce años de lucha.
A veces los pueblos olvidan a sus héroes, olvidan el coraje, la entrega y lamentablemente el amor por la Patria.
¡Qué vivan por siempre las almas de los heroicos Granaderos del General San Martín!
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