Inspirar a través de nuestra visión

Es el porqué lo que mueve a las personas, no el qué ni el cómo. Si querés que tus colaboradores te sigan, deben estar alineados con tu porqué

Guardar
Este modelo fue la tercera
Este modelo fue la tercera iteración de los primeros planeadores de los hermanos Wright, equipado con alas y un timón vertical posterior

Cuentan que mientras los hermanos Wright intentaban dar con la primera máquina que pudiera volar, un tal Samuel Pierpont Langley intentaba el mismo emprendimiento.

Langley, astrónomo y físico, era un académico en contacto con las mentes más brillantes de la época, quienes colaboraban con él para lograr su objetivo. Había recibido USD 50.000 (un millón de dólares aproximadamente de estos tiempos) para desarrollar una máquina que pudiera volar con tripulantes. Langley quería ser el primero en desarrollar un avión tripulado y, para llevar a cabo esa obra, contaba con un equipo de personas muy grande que lo asistía.

Los hermanos Wright, por su parte, no habían recibido ningún capital. Por el contrario, el único dinero disponible para su invento provenía de su trabajo en una fábrica de bicicletas y debían contar con voluntarios que les dieran una mano. Los hermanos Wright tenían un objetivo que perseguían incasablemente: querían cambiar el mundo.

Los hermanos Wright eran sumamente prácticos. En vez de escribir páginas y páginas de tratados, ensayos y diseños aeronáuticos, solían perfeccionar sus aparatos sobre la marcha, escribiendo solo pequeños apuntes. No era ése el caso de Samuel Pierpont Langley, un inventor que había publicado un libro sobre aerodinámica. Además de ser un experto en física y astronomía, Langley era un respetado intelectual ya que ocupaba la secretaría del célebre Instituto Smithsoniano de Washington. Su relación con la gente no era tan abierta. Era muy celoso de sus anotaciones y no las compartía con nadie, por miedo, tal vez, a que robaran sus planos e ideas.

Finalmente, los hermanos Wright lograron su objetivo: desarrollaron el primer avión tripulado. ¿Qué hizo Langley entonces? Abandonó su objetivo. Ni siquiera se acercó a los hermanos Wright para ver si podía sumarse al equipo, colaborar, o ser de utilidad.

Esta historia, más allá de ser una escena colorida de la historia de la aviación, nos sirve para entender qué hay detrás de la motivación.

Cuando comparamos las razones por las que Langley y los hermanos Wright hacían lo que hacían, vemos que Langley buscaba el qué: desarrollar un avión, siguiendo una satisfacción personal. No tenía otra razón que lo motivara más allá de ser famoso, rico y recordado. El equipo de trabajo de Langley, conformado por mentes brillantes, se impacientaba y se frustraba a medida que no se veían resultados concretos.

A los hermanos Wright, por el contrario, los desvelaba el para qué, querían cambiar el mundo, dejar una huella en la humanidad. Su equipo de trabajo, conformado por gente de la comunidad, se entusiasmaba y motivaba aún a pesar de los contratiempos. Estaban encantados con la motivación e inspiración que les generaban los hermanos, quienes claramente, inspiraban con su visión.

El compromiso emocional lo generamos cuando un colaborador comparte nuestro “por qué”. Los voluntarios de organizaciones ambientales, por ejemplo, trabajan con un compromiso emocional absoluto a pesar de no recibir una remuneración. Es el por qué lo que los mueve, no el qué ni el cómo. Si querés que tus colaboradores te sigan, deben estar alineados con tu por qué. Y vos, ¿por qué hacés lo que hacés?

SEGUIR LEYENDO

Guardar