
En estos largos y al mismo tiempo breves años, según se vea, pasaron guerras y revoluciones, como escribió María Elena Walsh. Y si bien hoy los números son redondos, la justicia sigue cuadrada. Como en todos estos años de guerras y revoluciones. No hay detenidos, no hay nadie juzgado ni siquiera sospechosos a quienes buscar. Un pase de magia: nada por aquí, nada por allá.
¿Son invisibles los que proyectaron la masacre de la Embajada y quienes la ejecutaron? Será que el Estado y la Justicia estuvieron ocupados todos estos años, desde 1992, en temas más importantes, les quedó grande el caso, simplemente no les interesó o se lo sacaron de encima. O faltó una decisión política. O vaya a saber qué.
No sabemos nada. No sabemos si hubo conexión local o no la hubo, es decir, no sabemos qué lugar tuvo la producción nacional. ¿El atentado se planeó y se ejecutó desde Júpiter? Se puede suponer que quienes lo pensaron y ejecutaron fueron personas que sabían cómo manejar explosivos, dónde comprarlos, cómo prepararlos, cómo trasladarlos. Es decir, sabían cómo hacer para que la muerte sea más muerte todavía.
¿Será que estos, los supuestos invisibles, utilizaron alguna vez uniformes negros, verdes, azules, escarlatas, tuvieron barbas negras, levantaron el brazo derecho hacia arriba y dijeron para servir a la patria? ¿Será que los señores que dicen investigar estaban distraídos y podrían decir tranquilamente que todo vino desde Júpiter y que no se enteraron del atentado, en Suipacha y Arroyo, viejo Barrio Norte de la ciudad de Buenos Aires, un martes caluroso de marzo de 1992?
No es justo, Marcela, no es justo. Tenías tus planes de vida, te habías puesto de novia, pero los asesinos también los tenían, lo mismo que sus jefes, los jefes de sus jefes, y los jefes de los jefes de sus jefes.
No es justo Eliora, vos tenías tus proyectos, y tenías 5 hijos. Pero a los asesinos no les importaban tus proyectos ni tus 5 hijos..
No es justo, Mirtha, vos estabas contenta porque tu hijo había pasado de año en el secundario. Pero a ellos, los asesinos, no les importó tu felicidad ni les importó tu hijo adolescente.
A la justicia, en tanto Estado argentino, ¿le importó?
La impunidad es entonces, hoy, ayer y antes de ayer, una parte indisoluble del atentado y quedó asociada a la tragedia. La impunidad es una marca. Bien puede decirse que la impunidad y los ataques se modelaron juntos, como una sola roca, como un monstruo, como un viento de fuego sobre los ojos de un niño.
En este aniversario de números redondos y de Estado y justicia cuadradas, hay que mencionar como contrapartida a Carlos Susevich, padre de Graciela, empleada de la embajada. No quería morirse sin saber quién había asesinado a su hija y luchó por la justicia cuanto pudo, hasta hace 3 años en que murió, a los 94. Y a León Wasserman. Su iniciativa permitió preservar el predio de la embajada - y evitar que se convirtiera en un Apart Hotel - y luego donarlo a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires para que allí funcione la que es hoy la Plaza de la Memoria. Lo hizo a costa de grandes disgustos, con una generosidad que a pesar de todo, mantiene hasta hoy
También por ellos se vuelve imperativo que la llama de la memoria no se apague.
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