
En la actualidad, más de la mitad de la población humana mundial se concentra en zonas urbanas. Las ciudades ocupan el 2% de la superficie terrestre pero representan el 70% del PBI, el 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero y el 70% de los residuos generados a nivel global.
Este constante y creciente proceso de urbanización no solo afecta a los ecosistemas naturales sino que, además, incide en la calidad de vida de las personas, disminuyéndola en los casos que esta urbanización se realiza sin una planificación integral. Los árboles urbanos, por su parte, proporcionan múltiples beneficios para las ciudades y sus habitantes, aunque aún hoy estos servicios no son del todo tenidos en cuenta por planificadores y tomadores de decisiones.
A diferencia del árbol presente en los bosques o en el ámbito rural, el árbol urbano cumple servicios sociales y ambientales a los ciudadanos y forma parte de la infraestructura verde en una ciudad. El arbolado urbano reduce la contaminación del aire reteniendo polvo en su superficie, disminuye la contaminación sonora, mejora el confort climático, atenúa el calor estival y el frío invernal y ofrece beneficios para la salud mental y física de la población. Representa una herramienta que fácilmente y con escaso presupuesto puede colaborar para mejorar nuestra calidad de vida en una ciudad.
En la Ciudad de Buenos Aires, el avance sin criterio ambiental de la urbanización ha producido cambios definitivos del territorio, la calidad de los suelos, del agua, y de la vida de los ciudadanos. La escasez de espacios verdes como consecuencia del avance inmobiliario, ha sido otro ejemplo del verde urbano avasallado por la mercantilización del espacio público. Las áreas naturales se han vuelto para los porteños y las porteñas un bien de lujo.

Las ciudades representan hoy los escenarios que más sufren las altas temperaturas y la inclemencia de la variabilidad climática. Las proyecciones del cambio climático en la Ciudad de Buenos Aires indican un aumento de entre siete y quince días con olas de calor respecto a la situación actual; en este contexto los árboles se presentan como un factor fundamental para reducir el calor.
Estudios realizados en la Ciudad muestran la contundencia de los beneficios del arbolado urbano como regulador de la temperatura; mediciones realizadas en las calles mostraron una variación de 9° promedio en el aire medido debajo de la canopia de un árbol en comparación con el mismo espacio sin árbol; 23° menos de diferencia en las veredas con sombra que las expuestas a rayos solares; y 14° en la comparativa del pavimento.
Todo esto debe tenerse en cuenta a la hora de planificar la política pública, ya que la Ciudad debe prepararse para enfrentar las consecuencias de períodos con temperaturas extremas más frecuentes y severos. Un ejemplo de esto lo vivimos en la reciente ola de calor sufrida durante el mes de enero donde las temperaturas llegaron casi a los 40°.
Según estudios realizados por el propio GCBA en 2021 en los barrios de la zona sur de la Ciudad como La Boca, Villa Lugano, Villa Soldati, Liniers, Parque Avellaneda -donde predominan superficies con alta capacidad de retener el calor (pavimento, cubiertas, etc.)- éstos fenómenos se verán incrementados. La confluencia de grandes vías de comunicación, la menor presencia y escaso mantenimiento de los árboles plantados, y su menor tamaño generará mayor aumento en la temperatura.
Teniendo a la vista la contundencia de éstos datos se advierte una contradicción en las políticas de planificación urbanísticas donde se insiste en sumar más megatorres de cemento a la vera del Río de la Plata (Ejemplo Convenio Urbanístico IRSA en Ex Ciudad Deportiva de La Boca); bloqueando el mayor regulador climático natural que posee la Ciudad.

El arbolado urbano nuevamente puede representar, con cierta facilidad y escaso presupuesto, una estrategia para aportar a la regulación climática y al bienestar en la ciudad. Pero hoy las decisiones sobre el arbolado público en CABA sufren, al igual que los espacios verdes, una distribución y planificación deficiente. Contrariamente a lo recomendado por los técnicos del propio gobierno, la política oficial parecería planificarse en sentido contrario.
Datos del Informe de Cobertura Vegetal realizado por el GCBA en 2019, advierten sobre la necesidad de diseñar y planificar políticas serias en materia de arbolado público e ¨infraestructura verde¨. Las evaluaciones del informe son concluyentes: las zonas menos pobladas de la Ciudad registran mayor cobertura vegetal por habitante, y barrios como Balvanera, Almagro, Recoleta, San Nicolás o Villa Crespo donde existe mayor densidad poblacional los habitantes poseen menor cantidad de árboles. Además, el árbol urbano también sufre el detrimento del área verde.
Además, en la Ciudad se puede observar también la reducción de veredas y terrenos, o el abandono en el mantenimiento de las especies plantadas provocando deterioro ambiental y pérdida en la calidad del hábitat urbano. Como ejemplo podemos citar las denuncias realizadas por organizaciones de la sociedad civil, que durante este año advirtieron sobre la falta de cuidado y escaso mantenimiento de más del 60 por ciento de los nuevos árboles plantados en Costanera Sur y Parque 3 de Febrero, por el Gobierno porteño en el período 2020-2021.
CABA cuenta con las leyes N°3263 y N°5928 que tienen por objeto proteger e incrementar el arbolado público urbano y las especies herbáceas, arbustivas y arbóreas de flora nativa. Pero parecería existir un desconocimiento profundo de éstas directrices por parte de las áreas de gobierno que se dedican a la planificación urbana, lo que causa un continuo desacierto en la toma de decisiones. ¿Quién se encarga del mantenimiento y cuidado del arbolado urbano en la Ciudad? ¿Están éstas áreas integradas con profesionales idóneos en la materia?
Una planificación integrada debería contemplar una adecuada gestión entre “ciudad y medio natural”. Sin duda alguna, el arbolado urbano es una política de Estado. Su desarrollo, protección y proyección debe ser un eje central y transversal de toda política pública ambiental. Por ello, es fundamental incentivarlo a través de la promoción de los espacios verdes y la conservación y cuidado de los mismos.
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