
La reciente desaparición física del embajador Mario Cámpora constituye una lamentable pérdida para nuestro país y en especial para quienes tuvimos el privilegio de tratarlo personalmente y de conocer sus condiciones humanas y profesionales.
Puedo dar testimonio de su impecable y valiosa trayectoria diplomática: supo representar dignamente los intereses argentinos en todos los lugares donde desempeñó sus funciones representando a nuestro país. Ginebra, Washington, La Haya y Nueva Delhi fueron algunos de los destinos donde dejó marcada su impronta como diplomático, dedicado como pocos al cumplimiento específico de su misión como tal. Esos antecedentes le valieron para ser designado Presidente de la Conferencia de Desarme de las Naciones Unidas en 1985.
Entre 1989 y 1990 se desempeñó como viceministro de Relaciones Exteriores y en mayo de 1990 fue designado por el presidente Carlos Menem como Embajador ante el Reino Unido, siendo el primero en ocupar ese cargo luego del conflicto de Malvinas. Era un momento difícil después de la ruptura de relaciones producto de la guerra, pero Mario Cámpora se las ingenió para recomponer los vínculos con funcionarios de ese país y llevarlas al más alto nivel, no solo gracias a su jerarquía diplomática, sino también por su capacidad y empatía para contactarse con funcionarios del gobierno y con los miembros de la realeza británica, quienes visitaban frecuentemente la sede diplomática argentina.
Un ejemplo de los muchos que se pueden dar sobre los logros del embajador fue conseguir la erección de un monumento al General San Martín en la plaza Belgravia (Belgrave Square), en las inmediaciones de nuestra sede diplomática en Londres. La idea surgió de una conversación que tuvimos en ocasión de una visita a la capital inglesa, en la cual coincidimos en que era justo gestionar el emplazamiento del monumento a San Martín, en la misma plaza donde ya existía uno de Simón Bolívar. La gestión fue exitosa y en poco tiempo pudimos inaugurar la estatua, en un acto oficial que contó con la presencia del Duque de Edimburgo (esposo de la Reina Isabel) y de otros funcionarios británicos de primer nivel. Tuve el honor de representar al gobierno nacional en ese significativo acto.
El ilustre diplomático argentino tuvo también activa participación ante el gobierno británico para gestionar la concreción de la repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas en cumplimiento de la misión que le había encomendado el presidente Carlos Menem. Más aún, personal de la embajada argentina colaboró en la preparación de los restos para ser trasladados a nuestro país.
No puedo dejar de mencionar que en el proyecto de mi autoría que se incorporó a la Constitución Nacional en la reforma de 1994 como Disposición Transitoria Primera, ratificando los derechos argentinos sobre las islas Malvinas, estuvo presente el pensamiento de Mario Cámpora, con quien habíamos conversado mucho al respecto.
Luego de concluida su exitosa labor diplomática en Gran Bretaña, el embajador se desempeñó entre 1995 y 1999, con el mismo rango, ante Bélgica y Luxemburgo. En 1998 fue distinguido por el premio de la Fundación Konex, por su destacada labor diplomática.
Además de su carrera diplomática, interrumpida entre 1976 y 1983 por el gobierno del Proceso Militar, Mario Cámpora fue un destacado político, militando siempre en las filas del peronismo, demostrando su autenticidad en el cumplimiento de los principios y de la doctrina justicialista. En ese carácter se desempeñó como Secretario General de la presidencia de la Nación durante el mandato de su tío Héctor J. Cámpora. Precisamente por su apego a la doctrina justicialista rechazó firmemente el accionar de la organización denominada “La Cámpora”. Así en una columna del diario Perfil del 5 de junio de 2011, luego de recordar la lucha contra la dictadura militar y a algunos caídos durante ella expresaba: “Hoy aparecen los jóvenes de La Cámpora que venturosamente levantan nuestras consignas. A diferencia nuestra, tienen la fortuna de militar en democracia. Ellos, también a diferencia nuestra, son el poder: ocupan altos cargos en la administración pública, administran empresas del Estado, se sientan en los directorios de las empresas privadas y logran lugares en las listas electorales”. Puedo dar fe de la incomodidad y molestia que sentía cuando se hablaba de esa organización.
Podría extenderme más sobre la trayectoria diplomática y política de Mario Cámpora, pero conociendo su austeridad y su bajo perfil no le hubiera gustado que lo haga. Por eso debo decir, finalmente, que por sobre toda su exitosa carrera diplomática, corresponde destacar sus condiciones personales como un hombre de bien, que supo mantener y defender sus convicciones puestas al servicio del país. Merecen también este humilde homenaje su esposa Magdalena y sus hijos Magdalena, Marito y Agustina que llevan con orgullo el valioso legado de su padre.
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