
Recibimos el final del 2021 con un acumulado de aprendizajes en torno a estrategias emocionales para sobrellevar los embates de la pandemia en su segundo año de asistencia perfecta; y, por otro lado, un arsenal de aprendizajes en torno a salvaguardar nuestra estabilidad económica tanto en plano del hogar, como en el laboral y comercial. Sin duda llegamos agotados frente a un contexto global y local extremadamente desafiante, incluso hasta hoy que, luego de veinte meses de pandemia seguimos expectantes respecto al rumbo que tomará el virus.
Pero más allá de esta circunstancia que menciono, los argentinos tenemos la gimnasia de la resiliencia. Nuestra historia económica y social está sostenida sobre las bases de crisis económicas, revueltas sociales y mucha, pero mucha, capacidad de adaptación frente a estos cambios. Anteriormente, escribí que nosotros estamos muy familiarizados con términos como como inflación, devaluación o deuda. Cada vez que nos encontramos frente a la necesidad de adquirir un bien o un servicio automáticamente surgen muchos cálculos en nuestra cabeza como por ejemplo: “saco en cuotas porque con nuestra inflación no la voy a sentir en unos meses”. Existen una serie de fundamentos que nos validan esa u otra decisión de cara realizar un gasto tan importante como nuestras vacaciones. Tan ansiadas, por cierto.
Este verano quizás sea para muchas personas el primer receso y reencuentro con seres queridos después de mucho tiempo. También puede representar el primer gran momento de descanso mental después de haber atravesado una pérdida de trabajo que luego recuperó, de haberse quedado sin los ahorros de muchos años por pagar deudas acumuladas, o de haber pasado un estrés basado en la incertidumbre respecto de un posible final de la crisis. Quien lea esto podrá seguir sumando ejemplos, pero más allá de cada historia detrás de los lectores, el común denominador es que este verano llega como la gran oportunidad de volver a sentir que tenemos posibilidades.
Ante este escenario es importante ser claros con algo: si quiero tomarme unas buenas vacaciones tengo que pensar cuál es la mejor opción para pagarlas sin que en unos meses represente un dolor de cabeza. Resolver este tipo de vericuetos tiene una relación directamente proporcional a nuestra educación financiera porque esto nos va a dar la oportunidad de conocer cómo analizar las opciones disponibles y tomar la mejor decisión. En este sentido, las fintech vinieron a traer soluciones y variedad de opciones frente al sistema tradicional al que muchas personas no pueden acceder.
La forma de pago tiene que ser acorde a las capacidades financieras, a las expectativas de ingreso, pero también al placer o disfrute que nos genera el consumo en sí. Estas tres cosas tienen que estar balanceadas. Entonces, la primera pregunta que deberíamos hacernos es si nos conviene tomar deuda para irnos de viaje. La segunda sería ¿qué instrumento sería el más adecuado: ¿contado, préstamo o tarjeta? Y la tercera: ¿qué tan relevante es para mí ese viaje?
Al momento de tomar decisiones relacionadas a las finanzas personales hay que tener en cuenta tres elementos: disponibilidad de liquidez; expectativas de ingreso futuro; y, por último, obligaciones asumidas que deberán ser restadas a los ingresos que se esperan obtener. Estas tres variables me van a dar como resultado lo que llamamos ingreso disponible y esto es lo que tenemos para usar en el caso del viaje, por sobre mis consumos y obligaciones habituales. Luego de este análisis se debe elegir el mejor instrumento.
En este punto lo central es considerar las diferentes formas en las que podemos acceder a esa compra y, sobre esa base, buscar el punto de equilibrio entre la opción de menor valor actual y la relevancia del viaje. Para empezar debemos analizar el monto del consumo: no es lo mismo si estamos ante la posibilidad de realizar un viaje de alto costo, de esos que no sabemos cuándo podríamos volver a hacer, que un viaje con un monto no tan alto, porque debemos considerar que el plazo en el que planifiqué pagarlo no supere en tiempo de lo que disfrutaré el viaje. Por ejemplo, si tomo un préstamo para financiar mis vacaciones de verano, no debería encontrarme la próxima temporada aún pagando las cuotas del viaje del año anterior.
Con altos niveles de inflación esto se distorsiona un poco ya que podemos encontrar financiamiento con intereses más bajos que la tasa de inflación, pero en general llegar a las próximas vacaciones todavía pagando las anteriores no es conveniente ni financiera ni emocionalmente. Con esto quiero decir que tendría sentido asumir el costo de financiarlo en tanto el placer de haberlo disfrutado compensará el esfuerzo de pagarlo en cuotas.
Estas decisiones nacen más de la emoción que desde la razón, por eso debemos preguntarnos cómo nos afecta emocionalmente tomar una deuda. Algunas personas se quedan más tranquilas si primero ahorran y luego pagan. Sin embargo, hay bienes que son muy difíciles de pagar al contado con descuento como viajes, una casa, un auto o un electrodoméstico. Si tengo que decidir entre esta opción o pagar en cuotas con tarjeta o con un préstamo, tengo que tomar el valor de cada cuota y analizar cuál sería el valor actual de esas cuotas calculado en base a la tasa de inflación esperada o tasas de plazo fijo. Una vez que obtengo ese valor comparo ambos métodos. Cualquier elección deberá estar basada en las situaciones particulares de cada uno, pero es importante tener en cuenta que hoy en día existen productos y servicios financieros brindados por el sistema Fintech que generan una vía de alcance para muchos que antes no tenían posibilidad.
A partir de las aperturas de fronteras y la aceleración de la vacunación, las posibilidades de tomarse unas vacaciones son cada vez más altas. Es cuestión de afinar la punta del lápiz y hacer algunas cuentas para disfrutarlas al máximo.
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