
La industria del conocimiento, la creatividad y la cadena de valor de los servicios de programación, como software y servicios de programación informáticos (SSI), ha tenido un fuerte impulso en Argentina a lo largo de los últimos años, estimulado por cierta base empresaria dinámica y un conjunto de políticas públicas específicas para el sector. De ese modo, la actividad ha entrado en un ciclo de constantes explosiones productivas, comenzando a ocupar un rol de peso en el esquema económico doméstico, con impacto de interés sobre el empleo registrado –mayormente calificado– y las exportaciones.
La inserción internacional de la industria del conocimiento ha sido promovida fundamentalmente por las nuevas tecnologías –que facilitan cada vez más la provisión de productos y servicios tecnológicos desde cualquier parte del mundo– y la consecuente expansión del offshoring a escala global, que es la posibilidad de una firma de distribuir parte de su proceso productivo, entre diferentes actores, muchos de los cuales están ubicados en diferentes países.
Del mismo modo, la expansión del sector en el país ha dado lugar a cierta tercerización de la producción de la cadena, fenómeno que se manifiesta en la subcontratación de diferente tipo de tareas. Ese proceso es conocido como outsourcing. Así, el desarrollo del empleo registrado que muestra un salto interanual del 15%. Esto ubica a la industria informática y del conocimiento como un gigantesco traccionador y creador de las tan necesaria fuentes de empleo que necesita la Argentina.
Sin embargo, a pesar de tan buenos augurios, aún no se están aprovechando todas las capacidades nacionales en esta industria. Por un lado, tenemos un déficit en la jerarquización de nuestra profesión, como sucede en tantos rubros en la Argentina. Esto significa que se firme y siga desarrollando el convenio elaborado por la Unión Informática y propuesto a buena parte de la industria. Por otro lado, tampoco se está proyectando a la industria del software, no sólo como un commodity de código para el exterior, sino realmente como un insumo estratégico para las demás industrias.
Hay que hablar con propiedad y sin maquillar con palabras supuestamente nuevas. La definición de relación de dependencia y/o empresas son bien claras, sea para adentro o para afuera, con predisposición e imaginación las alternativas surgen. La Economía del Conocimiento es muy amplia, y ofrece muchas oportunidades, pero si no se articula con la importancia que merece cada sector, difícilmente salgamos del esquema actual. Gran parte de esa responsabilidad es del sector empresario que sigue con una actitud de fines del siglo XIX, creyendo que puede crecer de verdad sin contemplar a la voz de sus profesionales. Esto se puede lograr con instituciones realmente representativas como la Unión Informática. Hasta tanto las políticas en este sector sigan este rumbo, seguiremos escuchando sobre los déficits y el desaprovechamiento sistémico de oportunidades para nuestro país.
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