
José Ortega y Gasset fue un filósofo español que, además de influir en el pensamiento político occidental, pasó algunos años de su vida en la Argentina. Este pensador y difusor de ideas (fundador y director de la Revista del Occidente) todavía tiene muchas cosas que decirnos.
La obra más importante de Ortega y Gasset es La rebelión de las masas. En este libro, publicado en 1917, se describe el surgimiento del hombre masa, un individuo que se conforma con lo que tiene y no aspira a superarse. Tampoco valora el sacrificio que se requiere para progresar y, por lo tanto, sólo es capaz de disfrutar lo que otros hacen para él. Clama en favor de sus derechos, pero no asume responsabilidades.
Para Ortega y Gasset las consecuencias políticas de este fenómeno son claras. El que gobierna hoy es el hombre masa y, como consecuencia de esto, se gobierna al día. Sin proyectos de largo plazo ni visión estratégica. De esta forma nos acercamos a la barbarie.
La del autor español no es una postura aristocrática, ya que se oponía a los privilegios que se obtenían por descendencia y encontraba hombres masa tanto en las elites como en la población general. El hombre masa es masa no porque es masivo, sino porque es inerte.
Pero Ortega y Gasset sí era elitista. Rescataba el modelo liberal clásico, en donde las minorías debían gobernar y competir por el apoyo de la población. Según su visión, el electorado debía elegir entre los mejores representantes de cada sector político. Y para que esto fuese posible era necesario, indispensable, asegurar el libre debate de ideas y la tolerancia con los que piensan distinto. De hecho, su defensa de la democracia republicana y del libre debate de ideas lo llevaron a oponerse al fascismo y al comunismo.
Otro aspecto central del pensamiento liberal de Ortega y Gasset es su preocupación por el crecimiento del Estado. No lo hacía, como suele suceder con otros liberales, desde una perspectiva meramente económica. Lo que más le preocupaba era el peso que el Estado le imponía a la originalidad de los individuos. Temía que el menor espacio que disfrutaban los individuos, debido a un Estado que lo regula todo, terminase debilitando la espontaneidad social. De esta manera, un Estado excesivamente grande no sólo debilita a la economía, sino también al arte y a otras actividades del quehacer humano.
El pensamiento de Ortega y Gasset también tenía una veta conservadora. Esta proviene de su propia filosofía y, en particular, de su famosa frase que en algún momento todos hemos escuchado: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no salvo a ella no me salvo yo”. Los individuos tienen lazos que los unen con su sociedad, con su tiempo e inclusive con una historia lejana. Ignorarlos, para Ortega y Gasset, resultaba peligroso tanto para las personas como para las sociedades.
Ya que si bien Ortega y Gasset se oponía firmemente a concepciones del nacionalismo cercanas al fascismo, rescataba a las tradiciones nacionales. Pero lo hacía de manera inclusiva y no basándose en una raza o un lenguaje común. Se sentía español y europeo, lo cual lo llevaron a impulsar la creación de lo que luego sería la Unión Europea y a mirar con cierta desconfianza a los Estados Unidos.
Su oposición al fascismo y al comunismo lo llevaron, durante la Guerra Civil Española, al exilio y, por unos años, a la ciudad de Buenos Aires. Si bien elogió la ambición y la capacidad de nuestro pueblo para incorporar inmigrantes de otras tierras, criticó cierto nivel de artificialidad y narcisismo que le impedía a la Argentina alcanzar todo su potencial. Vale recordar otra de sus recordadas frases: “Argentinos a las cosas, a las cosas”. También reflexionó sobre el crecimiento asfixiante de un Estado argentino que fomentaba el clientelismo y no necesariamente promovía el ascenso de los mejores candidatos dentro de la burocracia.
Ortega y Gasset fue un liberal refinado. Evito centrarse únicamente en el presente y en la economía, dándole la importancia que les corresponden a la filosofía y a la historia. ¿Tiene todavía algo que decirnos?
En primer lugar, su pensamiento nos permite reflexionar sobre los riesgos que implica el crecimiento de un Estado que está cada vez más presente en la vida de los individuos. No sólo en términos económicos, sino a la hora de indicar las opiniones que los ciudadanos deben adoptar. Esto, sumado a la asfixia que la cultura de lo políticamente correcto parece producir, puede estar debilitando la espontaneidad que necesitamos para crecer y mejorar.
Finalmente, Ortega y Gasset nos ayuda a evaluar el rol de las elites. ¿Están compuestas por los mejores miembros de la sociedad? ¿Son conscientes de las tradiciones de sus naciones? ¿Se focalizan en el largo plazo o se limitan a gobernar el día a día?
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