
Con estupor leo que se hizo el cálculo de descuento en el precio de las vacunas sin considerar otros costos. Si es cierto, es un disparate. En realidad, en absolutamente cualquier decisión siempre se deben hacer dos análisis diferentes: el llamado costo de oportunidad y los errores en las hipótesis.
Si por ahorrar en las vacunas hay más enfermos y muertes, el costo humano es incalculable y el costo económico es sideral. Si por ahorrar en vacunas se mantienen cerradas gran parte de las actividades de la sociedad, nuevamente el costo humano es incalculable y el costo económico es sideral. Después de varios meses de encierro total o parcial no es necesario explicar la crisis generada.
Aún cuando esos costos increíblemente no fueran considerados, el costo en déficit fiscal es sustancial: cae la recaudación fiscal y suben los gastos. Este costo será muy difícil de reducir porque se han destrozado incentivos y desapareció el capital de las empresas. En una palabra, los costos de la pandemia y cuarentena son fenomenales, ahora y por varios años más. Demorar una vacuna, considerar su costo económico o considerar reducir su costo no puede de ninguna manera compensar ese costo.
Suponiendo generosamente que no era previsible la extensión y gravedad de la pandemia, las decisiones respecto a la cuarentena deberían haber considerado los costos. Seguimos con actividades cercenadas, y esa decisión tiene parámetros muy opacos. Nuevamente, si por ahorrar en vacunas o no haber fortalecido el sistema de salud se mantiene la cuarentena, como mínimo se debieran haber estudiado las medidas para contrarrestar la crisis.
Si para problemas de mucha menor importancia se hacen estudios serios, con más razón en este tema, se pueden tomar las herramientas que hace años se han diseñado frente a la incertidumbre.
Como el futuro siempre es desconocido, hay métodos muy simples que hubieran ayudado a tomar decisiones más acertadas en lo sanitario, social y económico. Siempre se puede, ante una decisión, ver cuáles son los costos de no tomarla y que no funcione, o al revés, que se tome la decisión y sea incorrecta. Es lo que en estadística se llama Error tipo I y Error tipo II. También se los llama error Alfa y Beta o Falso positivo y falso negativo. En este caso, se compran rápido vacunas, aunque sean caras y al final no eran necesarias, o no se compran vacunas y eran muy necesarias.
Creo que la conclusión era y es obvia. Estamos hablando de temas trascendentales como la vida o muerte, tanto de personas como de empresas. Una equivocación ya no puede repararse. Por lo tanto, es preferible tomar todas las precauciones para evitar un error. Las vacunas a cualquier precio son baratas.
Antes de decidir ahorrar en vacunas o esperar a la “transferencia de tecnología” a empresas argentinas para que puedan producir localmente, o de cerrar algunas actividades o sectores de la economía, se debió pensar qué pasa si la decisión es equivocada. No parece que ese haya sido el análisis, y si lo fue, no se ha hecho público hasta ahora.
Vivimos en un país que permanente asume costos mucho mayores a los necesarios desde hace décadas. Los fondos para jubilaciones se licúan, las obras púbicas se interrumpen y cuesta más reanudarlas, se paga sueldos a gente que no va a trabajar, se dan subsidios de los cuales es difícil salir y sigue la lista de costos que se asumen sin ninguna contraprestación. Es como ir al supermercado, pagar, y dejar el carrito lleno en la puerta.
Dejando un tema tan vital como la vida o muerte de las personas, puedo presentar un análisis muy simplificado con respecto a los pagos al Club de París. No pagar significa un monto en intereses punitorios superior a los USD 400 millones. Si el dinero no está, entonces el ajuste fiscal tendrá que ser mayúsculo. Si el dinero está y no se paga por una decisión política, se debe analizar qué podría hacerse con ese importe. Y la cuenta es fácil: considerando que el costo promedio de las vacunas en otros países ronda los U$S 10 por dosis, el monto que pagaremos adicionalmente al Club de París es suficiente para 40 millones de argentinos. Como dicen los chicos en las redes sociales, no hay remate.
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