¿Es posible que en la postpandemia la economía rebote en forma sostenida como ocurrió luego de la crisis del 2002?

Hay quienes creen que la baja utilización de la capacidad instalada de la industria va a permitir una rápida recuperación, porque solo hará falta un poco de capital de trabajo para ponerla en funcionamiento

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La industria automotriz es una
La industria automotriz es una de las actividad con mayor capacidad ociosa, en lo productivo y comercial (EFE)

Seguramente después de la cuarentena se asistirá a un proceso de rebote estadístico de la actividad económica, dado que se van a comparar niveles de producción contra el quinto subsuelo. Un aumento de 1 a 2 es un aumento del 100%, pero eso no significa que se esté creciendo a tasas chinas.

Aclarado el tema estadístico, resulta interesante comparar ambos períodos para ver si ahora puede darse la recuperación como tuvo lugar después del desastre de 2002 que provocaron la conjunción de default, devaluación y desdolarización forzosa.

Una de las formas de equilibrar las cuentas del sector público consistió en no pagar los intereses de la deuda pública; se entró en default a fines de 2001 cuando asume interinamente Adolfo Rodríguez Saá, y generar una llamarada inflacionaria con una fuerte devaluación a principios de 2002, cuando asume la presidencia Eduardo Duhalde.

Una de las formas de equilibrar las cuentas del sector público consistió en no pagar los intereses de la deuda pública

A precios de junio 2020 y descontada la inflación de los Estados Unidos, el tipo de cambio real salta de $37,79 en diciembre de 2001 a un pico de $125,68 siete meses después. Es decir, la cotización del dólar pega un salto equivalente al blue actual y le entrega el gobierno a Néstor Kirchner una paridad equivalente a $82 actual.

Ese efecto cambiario inicial estimuló las exportaciones de granos y sustituyó importaciones, al tiempo que generó más ingresos fiscales por el establecimiento de las retenciones a las ventas al exterior de origen agropecuario que le aportaron al Tesoro nacional el 10% de los ingresos en 2002 y el 14% el año siguiente.

En otras palabras, el salto inicial del tipo de cambio fue del 232,5%, entre diciembre 2001 y julio 2002, produciendo un sustancial cambio de precios relativos, como se define a la licuación de los salarios y de las jubilaciones convertidas a dólar, y mejoró el ingreso del sector exportador. Para igualar esa “hazaña”, y considerando las restricciones cambiarias que estableció Cambiemos al final de su mandato, el tipo de cambio debería pegar un salto hasta alcanzar los $223 para igualar el destrozo hecho durante la presidencia de Eduardo Duhalde.

Para igualar esa “hazaña”, y considerando las restricciones cambiarias que estableció Cambiemos al final de su mandato, el tipo de cambio debería pegar un salto hasta alcanzar los $223, para igualar el destrozo hecho durante la presidencia de Eduardo Duhalde

Claro que en ese momento las retenciones empezaron en 13,5% para la soja y en abril de 2002 subieron a 23,5%. Hoy ya están cerca del techo máximo del 35%. No quedaría mucho margen para seguir aumentando los derechos de exportación de los productos agrícolas como lo hicieron Duhalde primero y Néstor Kirchner después.

Capacidad de financiamiento del Estado

Pero además, la licuación del gasto público necesaria era mucho menor porque el gasto público consolidado (nación, provincias y municipios) estaba en el equivalente a 32,85% del PBI y con la devaluación y el default se licuó bajándolo al 26,86% del PBI. Esos 6 puntos de reducción no fueron fruto de una reforma del Estado, sino de una licuación de salarios públicos y jubilaciones.

El tema es que actualmente el gasto consolidado ronda 46% del PBI, lo cual exigiría una licuación mucho mayor. Es decir, un salto inflacionario y cambiario sustancialmente mayor al de 2002 para bajarlo en forma notable.

Puesto en otras palabras, si un tamaño del Estado consolidado del 30% del PBI fue infinanciable en las décadas del 80 y del 90, mucho menos lo será el actual casi un 50% mayor en valores reales, con empresas que se van de la Argentina en vez de venir y el sistema financiero reducido a su mínima expresión.

Actualmente el gasto consolidado ronda
Actualmente el gasto consolidado ronda 46% del PBI, lo cual exigiría una licuación mucho mayor. Es decir, un salto inflacionario y cambiario sustancialmente mayor al de 2002 para bajarlo en forma notable (EFE)

El otro dato que marca diferencias con lo ocurrido en 2002 y ahora es que en ese momento no había un stock de deuda remunerada emitida por el BCRA como tiene actualmente que asciende, sumando Leliq y Pases Netos $2,4 billones, superior a la base monetaria de $2,3 billones. Y, por definición, el BCRA no puede pagar la tasa con las que los remunera porque no genera ingresos, más que contables.

Y, no menor, otra diferencia es que mientras el precio internacional de las materias primas tuvo un salto fenomenal en 2002 y 2003, ahora no se ve que vaya a ocurrir.

A precios corrientes, el poroto de soja aumentó 38% comparando los promedios de 2001 y 2003; la harina de soja 19% y el aceite de soja 38,7%. Y luego ocurre otro salto hasta 2012-13, y luego ingreso en una clara pendiente negativa, como se puede observar en el gráfico a pesos constantes de 2019.

En definitiva, no parece que la receta aplicada en 2002 pueda ser tan fácil de aplicar ahora, por cuatro razones contundentes:

1) El nivel de devaluación que habría que generar;

2) El salto inflacionario que habría que producir para licuar el gasto público considerando que actualmente es 17 puntos más alto que en 2001 con relación al PBI;

3) Porque no se ve que vaya a haber un viento de cola que se traduzca en un constante aumento de los precios internacionales de las materias primas en los próximos meses; y

4) Hay un stock de deuda del BCRA nada fácil de dominar, salvo que se aplique un plan Bonex, de licuación, el al tendría consecuencias catastróficas.

Con el aumento del gasto público, el achicamiento del sector privado y la ausencia de moneda, las dosis de impactos inflacionarios y devaluaciones van creciendo. La droga de la suba de los precios ya se dio tantas veces que para que tenga algún efecto hay que seguir subiendo la dosis con riesgo de matar al paciente.

Con el aumento del gasto público, el achicamiento del sector privado y la ausencia de moneda, las dosis de impactos inflacionarios y devaluaciones van creciendo

Y, finalmente, ¿está el Presidente dispuesto a pagar el costo político de hacer estallar la pobreza y la desocupación para licuar el gasto público y reactivar la economía? De todas maneras, ese escenario va a ocurrir si no hace nada o sigue haciendo lo mismo. El punto es si ¿hoy le sirve la receta que usó Eduardo Duhalde en 2002 que, entre otras cosas, incluyó confiscar los depósitos en dólares y llevar la pobreza al 50% de la población? La pobreza ya está en ese rango. ¿Le queda colchón social para seguir generando más caída del ingreso real y de la ocupación agregando dosis de populismo o devaluando? Francamente, es dudoso.

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