
Según Adrián, “la pyme típica está viviendo todo con mucha intensidad”. Desde su experiencia, explica cómo los movimientos de maquinaria, depósitos y activos industriales permiten leer la actividad económica y anticipar comportamientos dentro de la cadena logística y productiva.
¿Cómo es el mundo de las subastas en Argentina? ¿Qué lo hace particular?
El mundo de las subastas es muy interesante. Es casi una comunidad propia. Te diría exclusiva en el sentido de que todos los que participan —tanto los que venden como los que compran— son muy “fierreros”.
Gente que ama las máquinas, que busca equipamiento para su fábrica o su taller, que a veces no llega a un equipo nuevo y espera la oportunidad de encontrar uno usado que esté cinco o seis puntos, meterle mano y dejarlo óptimo.
También están los que necesitan desprenderse de maquinaria y requieren alguien que conecte ese equipo con el comprador adecuado. Y después tenés a los que están siempre atentos, esperando que aparezca esa máquina puntual que vienen buscando hace tiempo. Es un mundo muy dinámico y atractivo.
Trabajás también con el sector inmobiliario industrial. ¿Qué se está buscando hoy?
El nicho que mejor se está moviendo es el industrial-logístico: parques industriales, venta y alquiler de depósitos para almacenamiento. En este último año y medio hubo mucho movimiento.
Pero hay un punto importante: ese impulso viene más por la necesidad de almacenar mercadería importada que por el crecimiento productivo. Y eso, si no se reactiva el consumo, tiene fecha de vencimiento. Podés importar y llenar depósitos, pero si la mercadería no rota, ese movimiento se frena solo. Hoy el sector inmobiliario industrial está pujante, sí. Pero si miramos unos meses hacia adelante, es posible que se estanque.
Tu actividad suele ser un buen termómetro del momento económico. ¿Qué estás viendo hoy?
Hoy vemos un escenario complicado para muchas pymes. No tanto por un hecho puntual, sino por la combinación de costos altos, menor actividad y muy poca previsibilidad. Lo que escucho todos los días —recibo entre cinco y siete llamados diarios— es preocupación.
Una parte importante de esas pymes ya está pensando en cerrar; otro porcentaje busca vender parte del parque de máquinas para aguantar un poco más. Lo que sienten muchas es que no se ve con claridad cuándo puede venir un alivio. Esa falta de horizonte es lo que más pesa.

¿La capacidad industrial que observás refleja eso?
Sí. Tuvimos momentos en los que ocho de cada diez máquinas estaban funcionando; hoy muchas plantas tienen la mitad apagada. Y eso repercute en todo: desde el poder adquisitivo hasta decisiones tan simples como cambiar un electrodoméstico en la casa.
Un empresario pyme siempre intenta evitar tocar el “ahorro de emergencia”, porque sabe el sacrificio que llevó levantar esa fábrica. Armás una pyme en diez o quince años, y se te puede caer en seis meses. Por eso la preocupación es tan grande.
¿Qué rubros ves más afectados y cuáles parecen resistir mejor?
Hoy casi no hay sectores claramente “ganadores”. En otras épocas, aun con dificultades, había actividades que lograban capear mejor el momento. Ahora cuesta más encontrar esas excepciones.
La pyme típica —la que nació con una indemnización, con una máquina de soldar, contrató al primer empleado, luego armó un taller y después una fábrica— está viviendo todo con mucha intensidad. En este sector cada historia podría ser una película. Por eso yo creo que es esencial ponernos en los zapatos del otro antes de tomar una decisión que pueda afectar a muchos.
¿Qué es lo que más está motorizando tu actividad?
Trabajo tengo, y mucho. Pero paradójicamente, cuando yo tengo tanto trabajo no es una buena señal. Significa que hay más gente queriendo vender que comprar. Mi tarea se vuelve más exigente: mostrar bien los activos, viajar, hacer videos, fotos, dejar todo documentado porque las subastas son online.
Por ejemplo, si te compra alguien de Cipolletti un equipo que está en San Juan, esa persona no va a viajar 2.000 kilómetros para ver si la máquina prende o no. Necesita confiar en el material que uno le muestra.
El problema es que hoy los compradores son pocos. Y te sumo un dato fuerte: una pyme hoy vale un 50% de lo que valía hace dos años en términos de patrimonio. Y aun así, muchos equipos parados no encuentran comprador.
¿Se refleja en tu trabajo la apertura para importar maquinaria usada?
Hoy no tiene impacto real. En otros momentos tuvo sentido; hoy no. Si acá tenés el 60% del equipamiento industrial parado y sin vender, ¿qué mercado va a absorber máquinas usadas del exterior?
En otro contexto, sí podría competir con fabricantes locales. Pero hoy quedan muy pocos fabricantes de maquinaria industrial en Argentina, así que no hay un riesgo ahí. Lo que pasa es simple: si no hay demanda interna, no hay dónde colocar maquinaria usada.
Con todo este panorama, ¿cómo describirías el rol que cumplís con las pymes que te llaman?
A veces, sin quererlo, uno se convierte también en una especie de “psicólogo” de la situación. Cuando una pyme evalúa cerrar, antes de hablar de máquinas se habla de personas: indemnizaciones, empleados que son como familia, la preocupación por terminar bien un ciclo aun en malos momentos.
La mayoría de quienes construyeron una pyme saben lo que es ser empleado y lo que significa despedir. Por eso buscan hacer las cosas con dignidad, incluso cuando duele. Y acompañar ese proceso es parte del trabajo.
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