
Julia Pastrana nació en 1834 en la sierra de Sinaloa, México, y desde joven sufrió una rara enfermedad conocida como hipertricosis o “síndrome del lobo”, que provocaba el crecimiento excesivo de vello en su rostro y cuerpo. Esta condición la llevó a ser percibida como una “mujer monstruo”, y, a pesar de la discriminación que enfrentó, decidió utilizar su apariencia para ganarse la vida.
Aunque la vida de Julia comenzó en la humildad, trabajando como empleada doméstica de Pedro Sánchez, exgobernador de Sinaloa, su destino cambiaría en 1854 cuando se mudó a Estados Unidos. Allí, conocería al Theodor Lent, quien se convertiría en su representante y esposo.
Pastrana empezó a presentarse en los circos, siendo exhibida como el producto de una relación entre un hombre y una mona, lo que causó gran asombro y morbo en el público de la época.
Después viajó a Londres con Theodor Lent. Antes de llegar allí fue anunciada por los periódicos como “La indescriptible” (“The nondescript”). La imagen que daban de ella era la de una mujer feliz, contenta con su situación que, decían, le gustaba viajar, guisar y coser. En sus espectáculos además de mostrar su rareza, Julia bailaba y cantaba en español y en inglés, se dice que manejaba a la perfección por lo menos tres idiomas. Era verdad, ella era una mujer instruida, culta, que le gustaba leer y pese a que al principio la llamaron “la mujer más fea del mundo”, algunos científicos prefirieron ver en ella “el eslabón perdido” que buscaba Charles Darwin, sin embargo ella fue mucho más que eso, una mujer con historia propia.
La vida en los circos y la explotación de Julia
A pesar de las condiciones abusivas que enfrentaba, Julia también demostró otros talentos, como el baile y el canto, habilidades que utilizó para aumentar su atractivo en los espectáculos. Sin embargo, su fama llegó a costarle muy caro, ya que pasó de ser una atracción circense a ser explotada por Theodor Lent, quien la sometió a un control total sobre su vida, incluyendo exámenes médicos invasivos.
Lent se aprovechó de su situación para ganar dinero y notoriedad, y en 1859, tras casarse con Julia, la situación empeoró. Durante el embarazo de Julia, Lent no mostró ningún interés en la salud de su esposa, y en 1860, Julia murió durante el parto, junto a su hijo recién nacido, sólo tenía 26 años. Las causas fueron complicaciones durante el embarazo, pero el deseo de Lent por seguir explotando su imagen lo llevó a momificar los cuerpos de su esposa y su hijo para seguir exhibiéndolos como un espectáculo macabro.

El legado sombrío de Julia Pastrana
El destino de Julia Pastrana no terminó con su muerte. El cuerpo de Julia fue exhibido durante años en una vitrina en diferentes países. Lent continuó explotando su figura incluso después de su fallecimiento, mostrando su cadáver en diversos lugares, hasta que finalmente sus problemas mentales lo llevaron a ser internado en un hospital psiquiátrico.
A pesar de que el cuerpo de su hijo fue devorado por ratas en 1970, el de Julia Pastrana permaneció en Noruega hasta que, en 2012, el gobierno mexicano reclamó sus restos. Finalmente, en febrero de 2013, Julia fue enterrada en Sonora, México, en un acto simbólico que marcó el fin de una historia llena de sufrimiento, explotación y olvido.
La historia de Julia Pastrana ha sido reconocida en años recientes como un testimonio de las graves injusticias y la explotación que sufren muchas personas con condiciones físicas especiales, así como un recordatorio de la importancia de la dignidad humana en todas las circunstancias.


