
La jícama ha cobrado relevancia en los últimos años como un alimento imprescindible en la dieta mexicana. Considerada por muchos como un snack fresco y saludable, este tubérculo tiene mucho más que ofrecer que solo sabor y textura.
El perfil nutricional de la jícama y sus cualidades distintivas la perfilan como un aliado valioso para el bienestar integral, según lo señala el análisis de El Poder del Consumidor.
Propiedades nutricionales de la jícama: más allá del bajo aporte calórico
Uno de los mayores atractivos de la jícama es su bajo contenido calórico. Por cada 100 gramos, solo aporta 40 kilocalorías. Este dato la convierte en una opción idónea para quienes buscan mantener o reducir su peso sin sacrificar el aporte de nutrientes esenciales.
La riqueza de minerales es otro de sus grandes atributos. Entre los minerales presentes en la jícama destacan:
- potasio
- calcio
- magnesio
Esta combinación resulta fundamental para cuidar la salud ósea, regular la presión arterial y mantener el equilibrio de los líquidos corporales. Además, la jícama sobresale por su aporte de vitamina C, nutriente reconocido por reforzar el sistema inmunológico. El complejo B presente en este tubérculo complementa sus beneficios al contribuir con el buen funcionamiento metabólico y energético.
Fibra y prebióticos: salud digestiva en la jícama

La salud intestinal depende en buena medida de los alimentos que integran nuestra dieta. La jícama incluye inulina, un tipo especial de fibra o prebiótico que desempeña un papel crucial en la promoción de bacterias benéficas en el sistema digestivo. Este efecto genera una serie de ventajas, tales como mejor absorción de nutrientes o prevención de problemas digestivos
Además, el alto contenido de agua de la jícama, que es el origen de su nombre (xicamatl, significado de “raíz acuosa”), ayuda a mantener la hidratación.
Consumo versátil y recomendaciones prácticas

La jícama, lejos de limitarse a las tradicionales botanas, permite diversas preparaciones. Este tubérculo combina bien tanto con verduras como con frutas —por ejemplo, naranjas, manzanas o zanahorias— y puede incorporarse a platillos de carnes y mariscos. Así, es posible integrarla en ensaladas, guarniciones o como base refrescante en sopas frías.
Al elegir jícamas grandes, es importante tener en cuenta que su textura será más gruesa y que su dulzura puede resultar menos marcada. Para conservarla adecuadamente, conviene almacenarla en un sitio frío y oscuro, evitando el refrigerador para que no se deteriore por la humedad. Si el tubérculo no se ha cortado, puede mantenerse en óptimas condiciones hasta por cuatro semanas.
Antes de consumirla, resulta fundamental lavar la cáscara a conciencia para evitar la contaminación de la pulpa. Solo el tubérculo debe comerse, ya que otras partes como hojas, tallos y semillas contienen rotenona, una sustancia natural que puede ser tóxica. Recuerda consultar a un profesional de la salud antes de hacer cualquier cambio en tu dieta.
Más allá de la nutrición, el cultivo de jícama repercute de forma positiva en el entorno rural. Al captar y fijar nitrógeno atmosférico en el suelo, la planta mejora la calidad de la tierra para futuras cosechas y ayuda a controlar las malezas. En el país, estados como Guanajuato, Michoacán, Morelos y Nayarit destacan entre los principales productores.


