
El síndrome del bebé sacudido es una de las formas más graves de traumatismo cerebral en la infancia temprana. Este trastorno ocurre cuando un bebé o un menor de dos años es sacudido con fuerza, generalmente por un adulto responsable, lo que puede causar daño cerebral severo e incluso la muerte.
Lo anterior se debe a la fragilidad de los músculos del cuello en los lactantes lo que impide que su cabeza reciba el soporte necesario, por lo que una sacudida violenta provoca que el cerebro se desplace dentro del cráneo, destruye neuronas, interrumpe el suministro de oxígeno y genera lesiones como hematomas, inflamación y hemorragias.
De acuerdo con el Centro Médico ABC, el riesgo de que ocurra este tipo de maltrato aumenta en contextos donde existen factores como el abuso de alcohol o sustancias ilícitas, ansiedad, depresión, altos niveles de estrés, inexperiencia parental —especialmente en padres jóvenes o primerizos— y situaciones de violencia familiar.
Estas condiciones pueden desencadenar episodios de frustración o ira en los cuidadores, que terminan en una agresión física de consecuencias potencialmente irreversibles para el menor.

¿Cuáles son los síntomas para detectar el daño?
Las características del síndrome del bebé sacudido pueden variar en intensidad. Entre los más frecuentes se encuentran:
- Irritabilidad extrema
- Dificultad para permanecer despierto
- Convulsiones
- Coma
- Parálisis
- Problemas respiratorios
- Vómitos
- Traumatismos craneales
También pueden observarse fracturas en costillas, brazos o piernas, hematomas en el rostro, palidez o coloración azulada de la piel, sangrado cerebral y ocular, así como daño a la médula espinal. En algunos casos, los síntomas no se manifiestan de inmediato, pero con el tiempo pueden aparecer problemas de salud o alteraciones en el comportamiento.

¿Cuáles son las consecuencias de ‘sacudir’ a un bebé?
Las complicaciones asociadas a este síndrome pueden incluir convulsiones recurrentes, discapacidad permanente, parálisis cerebral, pérdida parcial o total de la visión y dificultades de aprendizaje o de conducta. Estas secuelas pueden acompañar al niño durante toda su vida, afectando su desarrollo y calidad de vida.
El diagnóstico del síndrome del bebé sacudido requiere una evaluación exhaustiva por parte del pediatra, quien analizará los síntomas y el historial clínico del menor. El proceso diagnóstico suele incluir una revisión física detallada y la solicitud de estudios complementarios como radiografías óseas, exámenes oculares, resonancias magnéticas y tomografías computarizadas, con el objetivo de identificar lesiones internas y determinar la magnitud del daño.

¿Es curable?
El tratamiento depende de la gravedad de las lesiones y los síntomas presentes. Puede requerir la administración de medicamentos para reducir la inflamación cerebral y prevenir convulsiones, soporte respiratorio y, en casos graves, intervenciones quirúrgicas para controlar hemorragias cerebrales. La atención médica especializada resulta fundamental para mejorar el pronóstico y minimizar las secuelas.
La intervención de equipos pediátricos con experiencia en neurología, cardiología y otras especialidades es esencial para acompañar a los pacientes desde el nacimiento y a lo largo de su desarrollo, garantizando un cuidado integral y de alta calidad en cada etapa de la infancia y adolescencia, sin embargo, no garantiza que el menor tenga secuelas permanentes o pierda la vida a una corta edad, por lo que es importante prevenir cualquier tipo de movimientos bruscos contra un bebé.


