
Con la llegada de noviembre, en México se experimentan temperaturas frescas que oscilan entre los 7 °C y los 14 °C en las noches y madrugadas, mientras que los días se mantienen con máximas de 22 °C a 25 °C. Este ambiente frío invita a buscar refugio en alimentos y bebidas calientes que reconfortan el cuerpo y fortalezcan la convivencia familiar.
Bajo este contexto, aparece el típico champurrado mexicano como una de las elecciones predilectas, debido a que cumple una doble función: fisiológica y emocional. Esta bebida, como otras tantas que se posicionan en esta tendencia, ayuda a regular la temperatura corporal, favorecer la circulación y generar una sensación de saciedad gracias a su consistencia.

Además, esta preparación tradicional de procedimiento sencillo se convierte en un símbolo de unión, pues acompaña celebraciones como el Día de Muertos, las posadas navideñas y el Día de la Candelaria. El champurrado, con una textura densa y sabor profundo, es el ejemplo perfecto de cómo una bebida puede ser alimento, tradición y ritual al mismo tiempo.
¿Cuáles son los ingredientes que lleva un champurrado?
La clave para la preparación del champurrado reside en la utilización de maíz nixtamalizado, que le otorga su carácter único. Aunado a ello, también se emplean otros ingredientes ganadores, tales como el chocolate, piloncillo y canela, mezclados en agua y leche hasta obtener una consistencia cremosa. El molinillo, utensilio tradicional de madera, se utiliza para batir y lograr la espuma característica. El resultado es una bebida aromática y profunda, ideal para compartir y reconfortar.
- 1 litro de leche
- 1 litro de agua
- 2 tablillas de chocolate mexicano (100 gramos cada una)
- 2 conos pequeños de piloncillo (de aproximadamente 90 gramos cada uno)
- 2 ramas de canela
- De 1 a 1/2 tazas de masa de maíz nixtamalizado (se puede usar masa para tortillas o harina de maíz)
- 1 pizca de sal

Champurrado: receta fácil y tradicional
PASO 1: Disolver la masa de maíz con el litro de agua fría, mezclando muy bien para evitar grumos. Posteriormente se cuela la mezcla para obtener una textura más suave.
PASO 2: Verter la mezcla en una olla grande, añadir la canela y el piloncillo. Cocinar a fuego medio, removiendo los excesos con frecuencia para que no se pegue al fondo.
PASO 3: Cuando el piloncillo se haya disuelto, incorporar las tabletas de chocolate. Continuar removiendo hasta obtener una mezcla homogénea y fina.
PASO 4: Agregar el litro de leche y una pizca de sal. Cocinar a fuego bajo durante 10 o 15 minutos extra, sin dejar de ejercer movimiento, hasta que el champurrado espese y tenga una textura suave.
PASO 5: Retirar la canela y, antes de servir, batir la bebida con un molinillo para generar espuma.
PASO 6: Nuestra bebida ya está lista para ser servida caliente en jarritos de barro o tazas, acompañada de pan dulce o tamales.
El origen prehispánico de esta bebida ancestral y sus beneficios para la salud
Esta preparación se remonta a la época prehispánica. Los pueblos mesoamericanos ya preparaban atoles a base de maíz, considerados bebidas sagradas y energéticas. El cacao, también venerado, se añadía para potenciar su valor ritual y nutricional. Con la llegada de los españoles se incorporaron ingredientes como la caña de azúcar, la canela y la leche, dando lugar a la versión mestiza que conocemos hoy.
Es así que esta bebida aporta energía gracias a los carbohidratos del maíz y el piloncillo, antioxidantes provenientes del cacao y minerales como el hierro y el calcio. Además, su fibra contribuye a la digestión y su carácter caliente genera bienestar emocional, reduciendo el estrés y promoviendo la relajación.

El champurrado no es únicamente una bebida para combatir el frío: es un símbolo vivo de la historia de México. Cada sorbo nos recuerda que el maíz y el cacao fueron considerados alimentos sagrados por nuestros ancestros, y que su unión en una taza representa la fusión de mundos que dio origen a nuestra identidad mestiza.
En las celebraciones actuales, el champurrado es inseparable de los tamales, el pan de muerto o los buñuelos. Su presencia en las ofrendas y convivencias familiares refuerza el sentido de comunidad y pertenencia. No es casual que resurja con fuerza en estas fechas: el frío y las festividades lo convierten en un protagonista indiscutible de la temporada.


