
Hace unos meses el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó los resultados de la estimación de pobreza multidimensional en México en 2024. Los resultados fueron muy bien recibidos, pues el porcentaje de población en situación de pobreza bajó de 36.3% en 2022 a 29.6% en 2024, y todavía es más evidente la mejora si se compara con el 43.2% que se tenía en 2016.
Sin duda, estas son excelentes noticias, pues el combate a la pobreza ha sido uno de los ejes conductores de las políticas públicas a lo largo de los años, y es un gran logro haber permitido que 8.3 millones de personas dejaran el nivel de la pobreza en el periodo 2022- 2024.
Diversos análisis se han hecho a partir de estos resultados, algunos desde la perspectiva del vaso medio lleno, resaltando los logros que las políticas impulsadas por las últimas administraciones, particularmente referente al crecimiento del salario mínimo y a la entrega de recursos a través de programas sociales. Los análisis a partir del vaso medio vacío, por su parte, destacan el crecimiento en otras carencias, principalmente en el tema del acceso a la salud, que opacan los avances en términos de pobreza extrema.
Sin embargo, hay otra perspectiva del cambio en las condiciones de vida de las personas que no siempre se evidencia con los números de la pobreza multidimensional, y es conocida como movilidad social. Este concepto se refiere a la capacidad que tienen los individuos de mejorar su situación socioeconómica comparada con la que tenía la generación de sus padres, es decir, subir peldaños en la escalera de mejores condiciones de vida.

El estudio de la movilidad social no analiza como tal la pobreza, sino que tiene sus raíces en el análisis de la desigualdad, y particularmente en la desigualdad de oportunidades. Es decir, busca establecer qué tan determinantes son las condiciones de origen de las personas en su situación futura, o visto desde otra perspectiva, qué tanto pueden mejorar basándose en su propio esfuerzo, sin considerar las condiciones que están fuera de su control.
La medición de la movilidad social intergeneracional tiene ciertas complicaciones metodológicas, pues se necesita información confiable entre padres e hijos para establecer las variaciones en las condiciones de vida. En países desarrollados se cuenta con información sobre los ingresos (a partir de la cual se pagan impuestos) que permite establecer estos vínculos con gran exactitud. En países como México, donde la información de un mismo individuo a lo largo del tiempo no está disponible, se hacen estimaciones a través de un conjunto de activos, incluyendo el ingreso, pero también el nivel educativo y el equipamiento del hogar, entre otros.

El Centro de Estudios Espinosa Yglesias se ha dado a la tarea, desde hace dos décadas, de levantar encuestas a partir de las cuales se puede medir la movilidad social. En las preguntas que se hacen, se evalúan las condiciones de vida del entrevistado (que debe tener entre 25 y 64 años de edad) en el momento actual, y cómo era cuando tenía 14 años. Esta visión retrospectiva es la que permite evaluar el cambio.
Para este análisis, los hogares se dividen en quintiles, siendo el quintil 1 el que tiene las condiciones socioeconómicas más desfavorecidas. La encuesta más reciente, elaborada en 2023, arrojó resultados similares a los que se mostraron en las tres ediciones anteriores (de 2017, 2011 y 2006), y no son alentadores: 50% de las personas que tienen como origen un hogar ubicado en el quintil 1, no lograrán salir de ese quintil en su vida adulta. De este mismo grupo, 28% lograrán subir solamente un nivel (para ubicarse en el quintil 2), y únicamente 2% podrían logar llegar al quintil 5, que posee el mayor nivel de recursos económicos.

Visto desde el lado de los más beneficiados, también existe una gran persistencia. 51% de las personas que nacieron en el grupo más beneficiado, permanecerá en ese mismo nivel en su edad adulta, y un 27% bajaría al quintil 4. Con esto se puede ver que el nivel de origen de las personas tiene una gran influencia en las probabilidades de lograr mejores condiciones.
El indicador de la tasa de persistencia intergeneracional mide la proporción que la posición de origen representa de la posición actual, por lo que un nivel cercano a 1 implica menor movilidad social. En México, este valor es 0.62 mientras que en Brasil es 0.54, en Estados Unidos es 0.34 y en Canadá es 0.22. La desigualdad de oportunidades en nuestro país sigue imponiendo restricciones para que quienes se esfuercen en lograrlo, puedan subir peldaños en la escalera del bienestar económico.

Desde luego que combatir la pobreza debe seguir siendo una prioridad, pero es importante también establecer mecanismos que permitan que cualquier persona, independientemente de su nivel socioeconómico de origen, su lugar de nacimiento, si proviene de un ambiente rural o urbano, si pertenece o no a cierto grupo étnico, pueda alcanzar una mejor calidad de vida, si pone su empeño en ello. La reducción de la desigualdad de oportunidades debe ser también una prioridad.


