
El líder limonero Bernardo “N”, presidente de la Asociación de Citricultores del Valle de Apatzingán, fue asesinado apenas un día después de convocar a productores a una reunión para frenar la presencia de los llamados “coyotes”, intermediarios que compran el producto a bajo costo y lo revenden a precios mucho más altos.
Su muerte ha encendido la alarma entre los agricultores de Michoacán, quienes desde hace años, según manifestaciones del líder limonero, enfrentan abusos comerciales, amenazas y extorsiones vinculadas al crimen organizado.
En un video publicado horas antes de su asesinato, Bravo hizo un llamado a la unión entre productores de limón de toda la región. En su mensaje, pidió eliminar la figura de los “coyotes” y promover la venta directa con las empacadoras para evitar abusos.
“El próximo lunes invitamos a todos los productores de limón… No vamos a permitir el acceso a ningún corredor o coyote que esté poniendo precios por la fruta que no es de él”, dijo. El encuentro estaba programado para realizarse en el tianguis de limón de Apatzingán, donde esperaba reunir a productores de distintos municipios para acordar mecanismos de comercialización más justos.
Pocos días después de difundir ese mensaje, se confirmó el asesinato de Bernardo Bravo.

Autoridades detuvieron al presunto responsable, identificado como Rigoberto “N”, alias “El Pantano”, quien estaría relacionado con actividades de extorsión en la región.
Aunque la investigación continúa, productores del valle de Apatzingán han señalado que el homicidio podría estar vinculado a las denuncias públicas que Bravo realizó contra quienes controlan la compraventa del cítrico.
Quiénes son los “Coyotes”
El “coyotaje” es una práctica extendida en el sector agrícola mexicano, y en Michoacán, uno de los principales estados productores de limón, ha adquirido dimensiones críticas.

Los llamados “coyotes” actúan como intermediarios que compran el producto directamente a pequeños agricultores a precios muy por debajo del mercado, para luego revenderlo a empacadoras o intermediarios mayores con un margen de ganancia considerable.
Además del abuso económico, el problema se agrava por la infiltración del crimen organizado en la cadena productiva. En varias zonas del estado, grupos delictivos han impuesto el cobro de “cuotas” o “derechos de piso” a los productores, mientras otros participan directamente en la comercialización del limón.

“El coyotaje” vulnera la economía del campo michoacano, y también desalienta la producción local y coloca a los campesinos en una situación de dependencia y riesgo.
“Sabemos todos que si al campo de Apatzingán le va mal, a todo Apatzingán le va mal”, decía en su último mensaje, donde insistió en la necesidad de recuperar la dignidad y el valor del trabajo agrícola.