
El potencial terapéutico de la flor de cempasúchil ha trascendido su función ornamental en las ofrendas del Día de Muertos, consolidándose como un recurso fundamental en la medicina tradicional de México. Esta planta, identificada científicamente como Tagetes erecta, posee una composición química que la ha hecho valiosa para diversas culturas indígenas desde la época prehispánica.
Entre los compuestos activos presentes en el cempasúchil destacan los flavonoides, los carotenoides —con especial presencia de luteína—, aceites esenciales y antioxidantes. Estas sustancias le otorgan una variedad de efectos terapéuticos, entre los que sobresalen sus propiedades antiinflamatorias, antibacterianas, antiparasitarias, antisépticas y digestivas. Gracias a esta combinación, la medicina popular ha recurrido a la flor para abordar múltiples afecciones físicas y emocionales.
El uso del cempasúchil en el tratamiento de problemas digestivos es uno de los más extendidos. Las infusiones preparadas con flores secas se emplean para combatir cólicos, indigestión, parásitos intestinales y diarrea. Su acción antiespasmódica contribuye a relajar los músculos del tracto gastrointestinal, facilitando el alivio de estos malestares.

En el ámbito de los trastornos respiratorios, la flor se utiliza tanto en forma de té como en vaporizaciones para tratar gripes, resfriados, tos y congestión nasal. Su capacidad expectorante favorece la eliminación de flemas y reduce la inflamación de las vías respiratorias, lo que la convierte en un remedio habitual en la medicina tradicional.
El cuidado de la piel y la atención a heridas también forman parte de los usos tradicionales del cempasúchil. Se preparan cataplasmas o pomadas con sus flores para desinfectar heridas, tratar picaduras de insectos, quemaduras leves y afecciones cutáneas como el acné o las erupciones. La combinación de propiedades antisépticas y cicatrizantes respalda su aplicación en estos contextos.
En cuanto al alivio del dolor, la medicina indígena recurre a baños o compresas calientes elaboradas con cempasúchil para mitigar dolores musculares, artritis o reumatismo. Además, se atribuye a su aroma la capacidad de calmar dolores de cabeza, integrando así el componente sensorial en su uso terapéutico.
El empleo ginecológico del cempasúchil se observa en algunas comunidades indígenas, donde se preparan infusiones suaves para tratar irregularidades menstruales o molestias asociadas al ciclo menstrual. No obstante, se advierte que su uso en mujeres embarazadas debe evitarse sin la supervisión de un profesional de la salud.

A pesar de su perfil seguro en aplicaciones moderadas y tradicionales, el consumo excesivo o concentrado de cempasúchil puede resultar tóxico, especialmente en niños o mujeres embarazadas. También existe el riesgo de reacciones alérgicas en personas sensibles a las plantas de la familia de las asteráceas, como la manzanilla o la caléndula.
Por ello, se recomienda recurrir a la orientación de un experto en medicina herbolaria o consultar a un profesional de la salud antes de iniciar cualquier tratamiento con esta planta.
La flor de cempasúchil continúa siendo un vínculo entre el legado cultural mesoamericano y el bienestar físico, al ofrecer una alternativa natural para el cuidado de la salud basada en el conocimiento ancestral.