
En las últimas semanas, la Ciudad de México ha sido escenario de nuevos socavones que han generado preocupación entre autoridades y habitantes. Las recientes apariciones en distintas zonas han puesto en primer plano la necesidad de comprender en profundidad qué son estos fenómenos, cómo se originan, qué los diferencia y por qué pueden tener consecuencias considerables en entornos urbanos.
Un socavón es, en esencia, una cavidad natural formada en el terreno, consecuencia de la inestabilidad del subsuelo debido a procesos geológicos y la intervención humana, tal como lo explica Geoenciclopedia. La formación de estos huecos puede transcurrir de forma muy lenta, a lo largo de siglos, o acelerarse notoriamente por la mano de los humanos.
En cuanto a su origen, los socavones surgen tanto por causas naturales como por acciones derivadas del desarrollo humano. El proceso natural más frecuente es la disolución de rocas solubles, como la caliza, el yeso o la sal, bajo la acción de agua ligeramente ácida que se infiltra en el suelo. Este fenómeno recibe el nombre de karstificación y es responsable de numerosas cavidades subterráneas, que en ocasiones permanecen ocultas por largos periodos de tiempo.

La extracción desmedida de agua subterránea y la urbanización descontrolada, ambas problemáticas presentes en la CDMX, son factores que agravan la formación de socavones. Modificaciones en el drenaje natural, construcción de grandes estructuras, cambios en el ciclo hídrico y actividades como la minería pueden reducir la estabilidad de los suelos.
Adicionalmente, eventos ambientales extremos, como lluvias torrenciales o sequías prolongadas, pueden detonar el colapso final de una cavidad ya debilitada.
Existen varios tipos principales de socavones y su clasificación ayuda a comprender mejor los riesgos asociados en zonas urbanas. En primer lugar, los de disolución se forman cuando el agua subterránea disuelve lentamente la roca soluble, generando huecos que en algún momento pueden colapsar.

Los socavones de subsidencia aparecen por la compactación gradual del terreno o la extracción de agua y minerales, produciendo hundimientos progresivos. Finalmente, los de colapso se presentan de forma súbita, por lo general tras un desencadenante inmediato como lluvias intensas, movimientos sísmicos o acciones humanas específicas.
Entre las consecuencias de los socavones están la afectación a la movilidad y los servicios públicos, daños estructurales en edificios, corte de caminos y en los peores casos, la pérdida de vidas humanas.
Más allá de lo urbanístico, los socavones generan un impacto ambiental al modificar el drenaje natural, contaminar acuíferos y alterar ecosistemas locales.