
En tiempos en que la inmediatez y las apariencias dominan, hablar de vulnerabilidad y autenticidad se vuelve un acto casi subversivo. Sofi Mayen, artista mexicana que regresa a la escena tras varios años de silencio, lo ha hecho poniendo al centro un mensaje que va más allá de su carrera musical: “no tener miedo a ser quienes son”.
Este lema, que atraviesa su más reciente trabajo discográfico “Normal” es una postura vital para ella. Mayen invita a sus oyentes a reconocerse, a aceptar emociones incómodas y a expresar lo que sienten antes de quedar atrapados en el silencio.
Ella misma señala que muchos de los problemas de salud mental y los suicidios en población joven tienen raíz en la falta de espacios para comunicar emociones.
La música como espacio de comunicación emocional
Para Mayen, sus canciones funcionan como una especie de refugio donde otros pueden encontrar palabras para lo que les ocurre. “Está bien sentirse mal, está bien frustrarse; lo importante es reconocerlo y expresarlo”, sostiene.
Su propuesta no es sólo estética; busca tender puentes con quienes se sienten aislados, incomprendidos o presionados a encajar en moldes ajenos.
En sus letras aborda temas como la dignidad personal, las relaciones tóxicas y la necesidad de honrar los propios sentimientos. “Nunca deberíamos aceptar ser tratados desde la sumisión”, afirma al explicar su proceso creativo. Se trata, dice, de reconocer quién aporta paz y crecimiento y, con esa conciencia, alejarse de lo que duele.
Identidad sin etiquetas
Otro aspecto central en su discurso es la diversidad. Mayen ha insistido en normalizar la representación LGBTQ+ sin convertirla en bandera ni etiqueta.
“No es necesario definirse para existir”, plantea. Para ella, vivir con libertad significa no tener que justificarse ni encajar en categorías rígidas. Esta visión coincide con su llamado a la autenticidad: ser uno mismo sin miedo y sin pedir permiso.
Un regreso que también es reconstrucción
Aunque su regreso a los escenarios es evidente, el trasfondo es más humano que profesional. Retomar su proyecto después de casi una década supuso reconstruirse: armar equipo, reorganizar prioridades y practicar la paciencia. Ese proceso la conecta con muchas personas que, fuera del mundo artístico, atraviesan sus propias recomposiciones vitales.
Mayen también ha colaborado en causas sociales, como acciones de apoyo a personas refugiadas en México. Para ella, la música no es sólo entretenimiento, sino un vehículo para visibilizar realidades que suelen ignorarse. Su discurso acompaña, no adoctrina; se ofrece como espejo para quienes buscan sostén en medio de la incertidumbre.