
Durante 2022, el mundo generó más de mil 50 millones de toneladas de desperdicios alimentarios, lo que representa cerca de 132 kilogramos por persona, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
A pesar de la creencia de que este problema se concentra en restaurantes y negocios de comida, los hogares son responsables del 61% de los alimentos que terminan en la basura, mientras que el sector comercial y de servicios contribuye con el 39%.
Caso mexicano
En México, la situación es alarmante. La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) estima que cada año se desperdician más de 13 millones de toneladas de alimentos, equivalentes a 76 mil toneladas diarias, según datos de la Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO). Esta cifra representa aproximadamente el 28% de la producción nacional, lo que genera pérdidas económicas y un fuerte impacto ambiental y social.
La mayor parte de la comida desechada proviene de los hogares mexicanos. “De cada 10 kilos que se tiran, seis provienen de las casas. Muchas veces se cocina de más o se compra en exceso aprovechando promociones, y cuando los productos caducan, terminan en la basura”, explicó Miguel Ángel Meza Vudoyra, profesor del Colegio de Gastronomía de la Universidad del Claustro de Sor Juana (UCSJ).
El académico refirió que la falta de cultura en el almacenamiento de alimentos agrava la situación. En muchos hogares, cuando los productos se acumulan en el refrigerador y pasan varios días, surge el prejuicio de que ya no son seguros para su consumo, aunque aún puedan aprovecharse.
En el marco del Día Internacional de la Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, que se conmemora cada 29 de septiembre por iniciativa de la ONU, es necesario diferenciar entre productos que aún pueden rescatarse y aquellos que representan un riesgo para la salud.
Sugerencias de consumo
Para evitar desperdiciar o tirar la comida se sugiere lo siguiente:
- Las frutas y verduras pueden consumirse aún cuando presenten oxidación o algunas alteraciones superficiales, siempre que no tengan moho.
- Un aguacate o una manzana cortada, aunque cambien de color, siguen siendo aptos para comer.
- En el caso de chiles o pimientos con moho en el tallo, basta con retirar la parte afectada, lavar y desinfectar para aprovechar el resto.
- Alimentos de origen animal como carnes, lácteos y productos cárnicos deben desecharse, ya que pueden albergar bacterias patógenas peligrosas.
- Diferenciar entre fecha de caducidad y fecha de consumo preferente. La primera indica el límite de seguridad sanitaria; la segunda se relaciona con cambios en características sensoriales como textura o color.
- Semillas como frijol o arroz, pueden cocinarse incluso después de su fecha de consumo preferente, aunque resulten más duras.
Revertir el problema
Para contrarrestar este problema, el Laboratorio Zéfiro de dicha casa de estudios, en colaboración con el Banco de Alimentos 123IAP, de la Central de Abasto de la Ciudad de México, desarrolla recetas e infografías para promover el aprovechamiento máximo de productos donados.
La estrategia busca no solo disminuir el impacto ambiental, sino también contribuir a que los alimentos que normalmente se tiran, se conviertan en una opción nutritiva para familias en situación de vulnerabilidad.


