
La llegada de las bajas temperaturas y el ambiente seco propios del otoño suele coincidir con un aumento de enfermedades respiratorias y alergias. Durante esta estación, el descenso térmico y la reducción de horas de luz afectan al sistema inmunológico, lo que incrementa la vulnerabilidad frente a infecciones y otros trastornos de salud.
Entre los padecimientos más habituales en otoño destaca el resfriado común que provoca, principalmente, por el rinovirus. Esta infección viral se transmite con facilidad tanto por el aire como por el contacto con superficies contaminadas.
Los síntomas más frecuentes incluyen congestión nasal, estornudos, dolor de garganta y, en ocasiones, fiebre leve. Para reducir el riesgo de contagio, se recomienda lavarse las manos con frecuencia, evitar tocarse la cara, ventilar los espacios cerrados y mantener distancia de personas enfermas.

La gripe (influenza) representa otro riesgo importante en esta época, con una incidencia que suele incrementarse en otoño e invierno. El virus de la influenza puede causar fiebre alta, dolor muscular, escalofríos, cansancio intenso y tos seca.
En ciertos casos, la gripe puede derivar en complicaciones graves, especialmente en niños, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas. La vacunación anual contra la influenza constituye la principal medida preventiva, junto con una higiene personal rigurosa, la evitación de cambios bruscos de temperatura y una alimentación equilibrada que refuerce el sistema inmunológico.
Las infecciones de garganta, como la faringitis y la amigdalitis, también se presentan con frecuencia durante el otoño. Estas afecciones, de origen viral o bacteriano, se manifiestan a través de dolor al engullir, fiebre y malestar general. Para prevenirlas, resulta fundamental protegerse adecuadamente del frío, no compartir objetos personales como cubiertos o vasos, mantener una buena hidratación y cuidar la higiene bucal.
El aumento de alergias estacionales es otro fenómeno característico del otoño. Los niveles elevados de moho y el polen de plantas como la ambrosía pueden desencadenar síntomas como estornudos, picor en ojos y nariz, congestión y secreción nasal. Para minimizar la exposición, se aconseja mantener las ventanas cerradas en días de alta concentración de polen, cambiarse de ropa y lavarse manos y cara al llegar a casa, utilizar purificadores de aire o filtros HEPA y consultar al médico si los síntomas persisten.

La bronquitis, que consiste en la inflamación de los bronquios, puede aparecer como complicación de un resfriado mal tratado. Sus manifestaciones incluyen tos persistente, producción de flemas y dificultad respiratoria.
La prevención pasa por evitar el tabaco y la exposición al humo, tratar adecuadamente los resfriados y protegerse de ambientes contaminados o muy fríos.
Para reducir la incidencia de estas enfermedades durante el otoño, los especialistas recomiendan mantener una alimentación balanceada, rica en frutas y verduras con vitamina C, antioxidantes y minerales.
La hidratación adecuada, el descanso suficiente, la práctica regular de ejercicio y el uso de ropa en capas para adaptarse a los cambios de temperatura contribuyen a fortalecer las defensas del organismo. Dormir bien fortalece el sistema inmunológico y vestirse por capas ayuda a enfrentar las variaciones térmicas.