
Tita, una perrita rescatada en los alrededores del Puente de la Concordia en Iztapalapa tras la explosión de una pipa de gas, es el ejemplo más reciente de cómo los efectos de una tragedia pueden repercutir también en los animales.
De acuerdo con publicaciones en la página de Facebook Randytito, el proceso que vivió Tita comenzó días después del accidente, cuando vecinos y rescatistas avistaron a perritos en condiciones vulnerables buscando refugio cerca de la zona afectada. En el caso de ella, fue reportada en un grupo de San Juan de Aragón sobre mascotas perdidas y rescatada este 21 de septiembre.
El albergue Metzi, en la Ciudad de México, fue alertado sobre la presencia de una perra desorientada y con el pelaje visiblemente alterado. La respuesta fue inmediata: un equipo acudió para atender la emergencia, logrando poner a salvo a Tita, quien se presentaba con el cuerpo cubierto por una sustancia oleosa y síntomas de dolor.

La revisión veterinaria, a cargo de la Dra. Nayeli y la Dra. Tania Montero, determinó que la aparente gravedad de las lesiones de Tita se debía, en gran medida, a una capa de aceite que personas solidarias le habían puesto para intentar aliviar su malestar, más que a quemaduras profundas.
Una vez trasladada a la clínica, comenzó para Tita una etapa de curaciones diarias, limpieza de heridas y suministros básicos para estabilizar su estado general. No hay certeza de que la perra tuviera dueño, pues es posible que haya fallecido en la explosión del puente de La Concordia.
Actualizaciones de las víctimas humanas de la explosión de la pipa

Mientras se suceden las historias de las víctimas animales, las cifras oficiales de la tragedia siguen actualizándose. Estas alcanzaron ya 27 fallecidos como resultado de la explosión que sacudió el Puente de la Concordia el pasado 10 de septiembre, cifra que podría elevarse a 28 conforme las autoridades confirmen nuevos decesos.
La Secretaría de Salud de la Ciudad de México precisó que la víctima más reciente es un hombre de 38 años, mientras que el ISSSTE, mediante su director general Martí Batres Guadarrama, reportó la muerte de un paciente de 36 años atendido desde el día del accidente.
Actualmente, 18 personas continúan hospitalizadas, con al menos tres menores de edad en recuperación; una de ellas, una niña que permanece bajo tratamiento en el hospital Shriners de Galveston, Texas, tras haber sido protegida por su abuela, quien falleció en el siniestro. Fundaciones y autoridades han reiterado el llamado a la solidaridad, advirtiendo que las secuelas del accidente exigirán asistencia de largo plazo tanto para lesionados como para sus familias.