
Un polvo de color rosa brillante, de composición incierta y con efectos alucinógenos, comenzó a circular en ambientes urbanos como la CDMX y grandes urbes a lo largo de México y de ocio nocturno bajo el nombre de cocaína rosa o tusi.
Esta droga sintética, presentada como una novedad en el mercado, representa un riesgo grave para la salud debido a la variedad de sustancias que puede contener y a la imposibilidad de conocer su composición exacta antes del consumo.
De acuerdo con la Administración de Control de Drogas (DEA), la cocaína rosa se distingue por su aspecto: un polvo teñido de rosa, a menudo con olor dulce, que se comercializa como una alternativa “nueva” en el circuito de drogas sintéticas.
Aunque su nombre sugiere una relación con la cocaína, en la mayoría de los casos no contiene este alcaloide. Los análisis de laboratorio han demostrado que la composición de la cocaína rosa varía considerablemente de un lote a otro, y su único rasgo común es el color.

La cocaína rosa: sustancia de olor dulce letal para la salud
El origen del tusi se remonta al uso del 2C-B, una feniletilamina psicodélica que fue la base de la mezcla original. Sin embargo, la dificultad para obtener 2C-B llevó a las organizaciones narcotraficantes a sustituirlo por una combinación de otras drogas, manteniendo el color rosa como elemento diferenciador.
Así, el tusi actual suele ser una mezcla de sustancias cuyo contenido solo se revela tras un análisis químico, lo que incrementa la incertidumbre y el peligro para quienes la consumen.
Las incautaciones recientes pusieron de manifiesto la diversidad de combinaciones presentes en la cocaína rosa. Entre las sustancias identificadas se encuentran la ketamina y el MDMA, mezclas de metanfetamina, ketamina y MDMA, así como combinaciones que incluyen cocaína y fentanilo, o fentanilo y xilazina.
Esta variabilidad implica que los efectos pueden ser impredecibles y, en muchos casos, extremadamente peligrosos.

Daños que provoca a la salud
En cuanto a los efectos sobre la salud, la cocaína rosa suele provocar alteraciones mentales y alucinaciones, similares a las que produce el MDMA o el éxtasis, sin embargo, el principal riesgo radica en la ingestión de un cóctel de drogas desconocidas, lo que puede desencadenar reacciones graves e incluso la muerte.
La imposibilidad de anticipar la respuesta del organismo ante cada lote convierte su consumo en una práctica de alto riesgo.
El color rosa, lejos de ser un simple detalle estético, cumple una función estratégica: diferenciar este producto de otras drogas como la cocaína tradicional o la metanfetamina. Para lograrlo, los fabricantes emplean colorantes alimentarios o polvos de hornear coloreados, lo que refuerza la identidad visual de la sustancia en el mercado.
A pesar de la atención mediática, la cocaína rosa no figura entre las drogas más traficadas. Las fuerzas del orden han detectado su presencia principalmente en el mercado minorista, especialmente en ciudades con una vida nocturna activa como Monterrey, Culiacán, CDMX y Guadalajara.

Según la agencia americana, desde 2020, se han incautado 960 muestras de polvos rosados, de las cuales solo cuatro contenían 2C-B, mientras que las 956 restantes correspondían a otras sustancias. En contraste, durante el mismo periodo se han decomisado 180 millones de pastillas de fentanilo, lo que ilustra la diferencia de escala entre ambas drogas.
El auge de la cocaína rosa responde a una estrategia de los traficantes, que buscan captar a consumidores interesados en experimentar con nuevas sustancias y que ya están familiarizados con el consumo de múltiples drogas. La presentación de la cocaína rosa como una novedad y su atractivo visual forman parte de una táctica para ampliar el mercado y consolidar la dependencia.
Las autoridades han advertido sobre el cambio en el panorama de las drogas, subrayando que la proliferación de mezclas sintéticas y la presencia de sustancias como el fentanilo han elevado el nivel de peligro para los consumidores. En este contexto, la cocaína rosa representa un ejemplo de cómo las organizaciones narcotraficantes adaptan sus métodos para atraer a nuevos usuarios y perpetuar la adicción.
La combinación de drogas sintéticas y las tácticas de los traficantes ha incrementado los riesgos asociados al consumo, haciendo que la exposición a sustancias desconocidas sea más peligrosa que nunca.


