
Muchas personas suelen morderse las uñas sin una razón aparente, presentan una dificultad para dejar de hacerlo e incluso llegan a alterar la forma de la uña, incluso lastimarse.
Esta conducta con la que viven millones de personas recibe un nombre y es onicofagia.
La onicofagia, junto con la onicotilomanía, no solo altera la apariencia de las manos, sino que puede derivar en complicaciones médicas y psicológicas que requieren atención especializada. Según la doctora Rosa María Ponce Olivera, dermatóloga y profesora de la Facultad de Medicina de la UNAM, estos hábitos compulsivos afectan a personas de todas las edades y suelen estar vinculados a situaciones de estrés o a trastornos emocionales.
La onicofagia se define como el impulso de comerse las uñas de los dedos de las manos, mientras que la onicotilomanía describe la manía de arrancar y masticar los pellejitos que rodean las uñas. Ambas conductas, catalogadas como psicodermatosis, se manifiestan como lesiones autoinfligidas que buscan satisfacer una necesidad psicológica, generalmente sin que la persona sea plenamente consciente de ello. La doctora Ponce Olivera explica que estos comportamientos pueden aparecer en cualquier etapa de la vida, desde la infancia hasta la adultez.
En el caso de los niños, la onicofagia puede estar asociada a trastornos obsesivo-compulsivos, experiencias de abuso, acoso escolar o situaciones familiares difíciles, como el abandono, el duelo por la pérdida de un ser querido, el divorcio de los padres o la exposición a violencia doméstica. En adultos, factores como la pérdida de empleo, el duelo o el estrés cotidiano extremo pueden desencadenar este hábito. La especialista subraya que estas conductas funcionan, en ocasiones, como una llamada de atención ante circunstancias emocionales adversas.

Las consecuencias físicas de la onicofagia y la onicotilomanía no se limitan a la alteración estética de las uñas. Las uñas, compuestas por tejido de queratina, pueden presentar aristas y filos irregulares tras ser mordidas, lo que incrementa el riesgo de lesiones en los labios y en el sistema digestivo. Además, la boca alberga bacterias y hongos capaces de provocar infecciones en la periferia de la uña, como la perionixis.
La doctora Ponce Olivera señala que la bacteria Pseudomona y el hongo Candida son los agentes infecciosos más frecuentes, generando inflamaciones agudas y enrojecimiento en la zona afectada. “La periferia de la uña puede inflamarse, enrojecerse y presentar un proceso agudo debido a estas infecciones”, advierte la dermatóloga.
En cuanto a la salud bucal, la especialista aclara que el esmalte dentario, compuesto por un mineral de gran dureza, no suele verse afectado por el acto de morderse las uñas. No obstante, la dinámica de la mordida puede alterarse y las encías pueden lesionarse con los filos de las uñas, lo que facilita la aparición de “infecciones sobreagregadas” en la cavidad oral.
Cómo evitar comerse las uñas

Estas son algunas estrategias eficaces para evitar morderse las uñas:
- Mantener las uñas cortas y bien limadas.
- Aplicar esmalte amargo especial para evitar llevarse los dedos a la boca.
- Identificar situaciones de estrés o ansiedad que desencadenan el hábito y buscar alternativas como apretar una pelota antiestrés.
- Utilizar guantes o cintas adhesivas en las uñas cuando estés en casa.
- Mantener las manos ocupadas con actividades como dibujar, escribir o manipular objetos pequeños.
- Practicar técnicas de relajación, como la respiración profunda, para reducir la ansiedad.
- Establecer recompensas al lograr reducir o eliminar el hábito durante tiempos determinados.
- Consultar con un profesional de la salud si el hábito es persistente o está vinculado a trastornos emocionales.
Estas medidas pueden ayudar a controlar o eliminar el hábito de morderse las uñas.