
La historia de la Independencia de México está marcada por el valor de mujeres y hombres que. Entre estas figuras destaca la vida de Leona Vicario, reconocida no solo por su inteligencia y generosidad, sino por desempeñar un papel fundamental como informante, benefactora y agente activa en el movimiento insurgente, de acuerdo con información de la Secretaría de Gobernación.
Nacida el 10 de abril de 1789 en la Ciudad de México, María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador creció en el seno de una familia acomodada, hija de un comerciante español. Pronto quedó huérfana y bajo la tutela de su tío, el abogado Agustín Pomposo Fernández de San Salvador, lo que le permitió acceder a una educación poco común para las mujeres de su época. En este entorno, cultivó el gusto por las Bellas Artes y las Ciencias
La llegada de nuevas ideas desde Europa, la Revolución Francesa y una serie de tensiones políticas en la Nueva España crearon el escenario ideal para que Leona Vicario explorara el periodismo y el activismo. Desde muy joven participó como colaboradora en varias publicaciones, entre ellas El Semanario Patriótico Americano, El Federalista y El Ilustrador Americano. Su trabajo en estos medios la llevó a ser reconocida por miembros de la insurgencia, quienes buscaron su apoyo.

La participación de Leona Vicario en el movimiento de Independencia fue decisiva y multifacética. Más allá de su labor periodística, fungió como informante al proporcionar datos relevantes sobre la situación en la capital del virreinato, además de contribuir con materiales que permitieron fortalecer la causa independentista.
En 1813, Leona Vicario se casó con Andrés Quintana Roo, también destacado luchador de la Independencia. Durante ese año fue arrestada tras descubrirse su implicación en la conspiración. A pesar de estar en prisión, logró huir y refugiarse en Oaxaca junto a su pareja sentimental, rechazó el indulto ofrecido por las autoridades virreinales. Más adelante, se incorporó con su esposo a las tropas dirigidas por el cura José María Morelos y Pavón.
La vida de Leona Vicario nunca estuvo exenta de riesgos ni de sacrificios personales. En 1817, durante una nueva etapa de persecución, fue apresada junto con su hija recién nacida y, después de aceptar un indulto condicionado a marcharse a España.

Leona Vicario vivió confinada en Toluca mientras esperaba los documentos necesarios para dejar el país. Finalmente, tras ser indultada y rehabilitada, recuperó sus bienes y regresó a su hogar en el número 37 de la hoy calle de República de Brasil en centro de la capital, donde vivió hasta su muerte, el 21 de agosto de 1842. El 25 de ese mismo mes fue declarada Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria.
Con el paso de los años, el legado de Leona Vicario ha sido ampliamente reconocido. Sus restos, junto con los de Andrés Quintana Roo, reposan desde 1925 en la Columna de la Independencia, luego de haber sido trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres. El 2020 fue declarado como el año de Leona Vicario por el Gobierno Federal.


