
Los primeros días del mes de agosto la Ciudad de México (CDMX) ha enfrentado una serie de fuertes lluvias que han resultado en inundaciones severas en varias regiones de la capital mexicana. A raíz de esto, han vuelto a discutirse las razones por las que la Zona Metropolitana del Valle de México sigue enfrentando anegaciones, un problema que tiene un antecedente histórico particular en la región.
En entrevista con Infobae, Héctor Zagal Arreguín, doctor en Filosofía, docente, investigador y divulgador, explicó el antecedente histórico de las inundaciones en el territorito que hoy se conoce como la CDMX.
De acuerdo con el doctor, las anegaciones datan desde los tiempos prehispánicos. En 1446, cuando gobernaba el tlatoani Moctezuma I, la urbe Mexico-Tenochtitlan sufrió una fuerte inundación que forzó al gobernante a solicitar auxilio al rey de Texcoco, Nezahualcóyotl que construyera un albarradón.

El albarradón, una construcción similar a un muro con la intención de controlar el flujo del agua, de Nezahualcóyotl funcionó para que, durante las lluvias intensas, el lago de Texcoco no subiera demasiado su nivel y afectara a Tenochtitlan, sin embargo, la inundación de 1446 fue tan fuerte que incluso destruyó las chinampas y tomó alrededor de 10 años para que la urbe pudiera recuperarse totalmente.
Tenochtitlan, ciudad rodeada de lagos, cayó en 1521 ante la espada de Hernán Cortés y sus aliados mexicas. En 1555 ocurrió otra inundación provocada porque el conquistador español destruyó el albarradón para que sus barcos pudieran navegar en las actuales calles del centro histórico. El dique fue reparado pero no detuvo el problema del anegamiento, que golpeo al virreinato de la Nueva España en 1580.
A raíz de la inundación de 1580 empezó a planearse un sistema de drenaje que respondiera a esta problemática, que 24 años después (1604) ocurrió nuevamente debido a que los lagos que rodeaban a la capital virreinal empezaron a subir de nivel y los diques se volvieron insuficientes. Para ese entonces, las clases altas de la colonia comenzaron a irse de la ciudad en la temporada de lluvias y se refugiaron en zonas altas y seguras, como San Ángel y Tacubaya.
En 1607 la ciudad volvió a inundarse por las lluvias y las autoridades del virreinato encargaron al ingeniero Enrico Martínez que creara un desagüe, que fue nombrado el Tajo de Nochistongo. Se trataba de un túnel que desviaba el agua de los cuerpos lacustres hacia el Río Tula.
Después, en 1629, la Ciudad de México vio la inundación más grande de su historia, conocida como el diluvio de San Mateo, ocurrida el 21 de septiembre de ese año, día del santo que le da nombre. La lluvia fue intensa y duró 40 horas continuas, el centro del poder virreinal quedó bajo el agua, en algunas zonas las anegaciones fueron de hasta dos metros de profundidad.
El diluvio de San Mateo en 1629 no fue solamente una inundación, alteró profundamente el estilo de vida en la Ciudad de México, el desastre fue tan devastador que incluso las autoridades consideraron mover la capital y establecerla en Tacubaya. La gente se desplazó en canoas, la población sufrió hambre, varias familias se mudaron a Puebla y, debido a que las casas de los indígenas y las clases bajas eran de adobe, hubo mucha destrucción y muerte.

En 1707 volvió a ocurrir una inundación, pero de menor intensidad, los estragos fueron menores porque el desagüe de Huehuetoca funcionó adecuadamente. Sin embargo, en 1714 otra anegación provocó que el albarradón de Ecatepec se rompiera y partes de la ciudad se inundara, aunque no la Catedral ni el Palacio Virreinal, aún hay vestigios de la construcción en el municipio.
La inundación de 1806 afectó también a las regiones de Chalco, Xochimilco y Texcoco. Aunque estas zonas están algo retiradas del Palacio y sus alrededores, la capital del virreinato sufrió problemas porque la principal fuente y ruta de alimentos era un canal que iba del Centro hasta esas zonas. Más adelante, en septiembre de 1827, fuertes lluvias provocaron que la Ciudad de México quedara inundada, el agua quedó en las calles hasta el mes de octubre.
El porfiriato tuvo un papel importante en las inundaciones futuras de la Ciudad de México. En primer lugar, creó un sistema de desagüe eficaz para prevenir grandes catástrofes en la capital, en segundo lugar, empezó a desecar cuerpos acuíferos, entre ellos los lagos de Texcoco, Chalco, Xochimilco y Zumpango.

La última inundación de importancia de la Ciudad de México fue la del 15 de julio de 1951, las intensas precipitaciones provocaron que el Río Churubusco, que entonces estaba abierto, se desbordara. Hubo anegaciones en el Centro Histórico y en las colonias Condesa, Doctores y Guerrero, pasaron 3 meses para que el agua fuera drenada. Como consecuencia el caudal fue entubado.
Estas fueron las inundaciones más graves que ha sufrido la Ciudad de México, ninguna ocurrida en los años posteriores (las del presente mes de agosto o las de junio pasado) ha podido igualarse en cuanto gravedad a las antes mencionadas. Principalmente porque, a pesar de lo que podría pensarse, el sistema de drenaje no ha colapsado en su totalidad, como pasó en las anegaciones de Chalco el verano del 2024.


