
La pregunta acerca de la capacidad de pensar de los animales, de formar ideas complejas aún sin lenguaje permite preguntar por la necesidad de realizar un trato ético hacia estos. Los alcances del trato hacia los animales deben plantear directamente el problema de la calidad de vida que llevan en los ambientes en cautiverio donde se los exhibe a través de un mostrador con rejas o sin ellas, con vidrios o sin ellos.
En el caso particular de la ciudad en que habito, hay un acuario famoso, al cual nombraré “acuario M”, en este lugar, se muestran algunas especies animales además de las acuáticas. Sin embargo, podríamos considerar que los flamingos, capibaras, tortugas algunas cabras y demás especies pequeñas, llevan ahí una vida en la que en apenas unos pocos metros de espacio, y una convivencia en estado de hacinamiento tienen que cumplir con un horario en el que de ocho de la mañana a nueve treinta de la noche los visitantes pueden verlos, arrojarles comida y soportar unas bocinas a un volumen apto para una fiesta y un campo de patinaje, pero no para aparatos auditivos más sensibles al del ser humano y con horas de exposición.

La sensibilidad por la capacidad de pensar y de sentir de los animales no-humanos se ha colocado tantos tiempo–siglos–del lado de la reducción a la capacidad logio-cognitiva que puede resaltar imposible considerar la necesidad de la calidad de vida hacia los animales.
Decidí preguntarle a uno de los responsables del lugar si las bocinas junto a los animales estaban a ese volumen todo el día. La respuesta: “nunca ha habido quejas.” Seguramente de parte de los animales no. La capacidad de expresarse lingüísticamente deja un espacio vacío a la comprensión de las necesidades de especies con mentes distintas a la nuestra.

Ante está interrogante es necesario hacer conjeturas filosóficas respecto a la justificación ética de los zoológicos. Siguiendo a Ortiz-Millán dónde menciona que en estos aspectos se presenta la existencia y justificación de los mismos desde distintas perspectivas como son la de centro de conocimiento para el público, resguardo y protección de las especies, lugar turístico y como centros de investigación científica. Sin embargo esto no se cumple en ninguno de los casos y en el siguiente texto se explicará la razón.
Semblanza: * Rodrigo Cervantes. Estudiante del doctorado en filosofía contemporánea en la BUAP. Estudiante de DCV en la UNAM. Mis áreas de estudio principales son la filosofía de la mente y la ciencia, la filosofía del lenguaje y la fenomenología.