
La crisis económica que enfrenta Sinaloa, derivada de la fuerte ola de violencia del estado, coloca a miles de personas en la necesidad de buscar alternativas para sobrevivir.
El desempleo creciente empuja a la población a migrar de empleos formales al comercio ambulante, fenómeno que se expresa con mayor fuerza en banquetas, mercados y tianguis de las principales ciudades del estado.
La informalidad gana terreno como refugio inmediato frente a la falta de oportunidades laborales, en una dinámica transversal que impacta tanto a quienes perdieron su trabajo como a quienes lo conservan con condiciones precarias.
En Culiacán, Mazatlán, Los Mochis y otras ciudades, las calles se llenan de puestos improvisados.
Personas que hasta hace poco contaban con un ingreso fijo optan por vender ropa, alimentos, accesorios y otros productos al menudeo.
Esta tendencia responde a la dificultad para encontrar nuevas oportunidades en el sector formal, saturado y afectado por una recesión que impacta a la mayoría de los sectores productivos.
Negocios establecidos cierran por la falta de ventas y por el alza de precios en insumos, lo cual deriva en despidos y recortes de personal.
Las cifras de desempleo se mantienen altas, mientras la economía informal absorbe a un número cada vez mayor de excluidos.
La regulación sobre el ambulantaje disminuye en el contexto actual y la capacidad de los gobiernos municipales para ordenar a los vendedores informales resulta insuficiente o poco efectiva.
La inflación complica la situación. Los elevados precios de la canasta básica, servicios y materias primas debilitan aún más el poder adquisitivo de las familias ya impactadas por la pérdida de empleo.
Al no contar con apoyos gubernamentales efectivos y suficientes, muchas personas se ven forzadas a improvisar medios de subsistencia en las calles.
Diversos comerciantes ambulantes señalan que han solicitado apoyos o facilidades a autoridades municipales, sin que haya una respuesta o programas reales que mitiguen la precariedad.
El escenario de informalidad también enfrenta riesgos asociados a la inseguridad.
Ambulantes y tianguistas denuncian robos, cobros de piso y extorsión.
Estas condiciones, sumadas a la falta de protección social y derechos laborales, vuelven aún más vulnerable a quienes dependen de esta actividad.
A pesar de ello, la venta informal representa la única alternativa para quienes carecen de otras opciones ante el avance del desempleo.
¿Qué provocará el aumento del comercio no regulado en Sinaloa?
Expertos advierten sobre el círculo vicioso que se genera: la informalidad crece por el desempleo, pero el crecimiento de la economía informal debilita la base tributaria y la capacidad de los gobiernos para ofrecer servicios y apoyos sociales, perpetuando así los problemas estructurales.
Organizaciones de comerciantes y algunos sectores empresariales demandan un plan integral, que incluya apoyos económicos, capacitación y medidas de seguridad.
La expansión del comercio ambulante en Sinaloa no solo refleja el impacto inmediato de la crisis económica, sino que también representa un desafío de largo plazo para las autoridades en términos de regulación, inclusión y bienestar social.
Mientras tanto, las calles permanecen como testigo de la adaptación forzosa de miles de trabajadores sinaloenses ante la falta de empleo formal.