
Maximiliano de Habsburgo nació en 1832 como archiduque de Austria, en el seno de una de las casas reales con mayor influencia en el continente europeo. Desde muy joven resaltó por su refinada educación y su afán por las ciencias y las artes.
El archiduque Maximiliano de Habsburgo llegó a consolidar una trayectoria naval destacada, ascendiendo hasta el puesto de comandante en jefe de la Marina Imperial Austriaca a los 22 años. Permaneció en este cargo hasta 1859, cuando fue destituido debido a tensiones políticas entre Austria y Francia y también por conflictos familiares con su hermano, el emperador Francisco José I.
La unión matrimonial con Carlota de Bélgica constituyó uno de los pilares en la vida de Maximiliano de Habsburgo. El vínculo se originó en 1856, durante una visita diplomática a la corte belga, donde conoció a la princesa, hija del rey Leopoldo I de Bélgica. El noviazgo resultó breve y culminó en una boda celebrada el 27 de julio de 1857 en el Castillo de Laeken, cerca de Bruselas.

La dote negociada con el rey belga, de 3 millones de francos, permitió a Maximiliano de Habsburgo consolidar la ambición personal de tener una residencia junto al mar, la cual se volvería realidad en el Castillo de Miramar, cuya construcción inició en 1856 y concluyó en 1860. La cantidad dada por su suegro cubrió todos los gastos.
Esta dote, según el historiador mexicano Manuel Villalpando en el documental “Maximiliano y Carlota, capítulo 1. El sueño imperial” de Clío TV, revela una ambición e interés económico que acompañó las decisiones personales y políticas del archiduque. Su esposa, muy enamorada, contrastó con la actitud de Maximiliano de Habsburgo, quien, afirma el investigador, centró en el tema financiero gran parte de su motivación.
Manuel Villalpando resalta la dimensión poco explorada de la ambición personal de Maximiliano de Habsburgo, explicando que su deseo de aceptar la corona mexicana fue, en buena medida, producto de la urgencia financiera.

Al no contar ya con los ingresos de un integrante de la marina austriaca, agotarse los fondos provenientes de la dote y tras tener que incluso tener que hipotecar el Castillo de Miramar, Maximiliano de Habsburgo se encontró sumido en deudas.
Ante esta asfixia económica, Maximiliano de Habsburgo vio en México (le ofrecieron la corona formalmente el 10 de julio de 1863) la oportunidad de sanear sus finanzas, ya que, según Manuel Villalpando, el país representaba “la caja que lo iba a sacar de pobre”.
Sin embargo la decisión era riesgosa, antes de aceptar la corona de México su hermano, Francisco José I, forzó a Maximiliano de Habsburgo a renunciar a todos sus títulos nobiliarios, incluido su puesto como primer sucesor al trono de Austria-Hungría. El nuevo emperador de México estaba arriesgando mucho por su ambición y lo perdió todo, desde su matrimonio hasta su vida.