
El 19 de junio de 1867, Maximiliano de Habsburgo fue fusilado en el Cerro de las Campanas, en Querétaro, junto a los generales conservadores Miguel Miramón y Tomás Mejía.
El hecho puso fin definitivo al Segundo Imperio Mexicano, impulsado por el gobierno de Napoleón III y sostenido durante tres años por fuerzas francesas y una élite conservadora que buscaba frenar el avance del liberalismo republicano encabezado por Benito Juárez.
Nueve años después de la ejecución, en 1876, un médico húngaro que había vivido en México durante una década publicó en su país un texto en el que narraba lo que presenció el día que Maximiliano de Habsburgo fue ejecutado. Su nombre era Szender Ede, y su testimonio apareció originalmente en el periódico Hungría y el Mundo, bajo el título La muerte del emperador Maximiliano.

Szender Ede llegó a México en 1865 como parte de los contingentes europeos que respaldaban a Maximiliano de Habsburgo. Tras la derrota del ejército imperial, presenció los días posteriores al juicio sumario contra el emperador y sus generales, hasta su ejecución.
En su testimonio, el médico describe a un Maximiliano de Habsburgo sereno, resignado, algo deteriorado de salud, y hasta cierto punto cortés en sus últimos momentos. Cuando se entrevistó con el archiduque mientras estaba bajo custodia el preso le dijo:
“Quiero que nos considere Ud. como personas ya muertas (...). Nosotros, ya nos habíamos despedido de la vida, cuando nos informaron el aplazamiento por 48 horas. Esto no nos gustó porque como se dice en español, al mal paso hay que darle prisa (…) A nosotros ya no nos interesa la vida, lo único que deseo es que mi muerte sirva para la nación y de una vez gane la paz y el entendimiento entre los mexicanos“.

El 19 de junio Maximiliano de Habsburgo fue conducido al Cerro de las Campanas junto a Miguel Miramón y Tomás Mejía. El archiduque vestía ropa oscura y mantuvo la compostura en todo momento.
Szender Ede asegura que Maximiliano de Habsburgo se despidió brevemente de sus compañeros de armas y pronunció unas palabras finales de reconciliación:
“Voy a morir por una causa justa, la de la independencia y libertad de México. Deseo que mi sangre sea la última que se derrame en este desgraciado país. Muero inocente y perdono a todos”.

Luego, el pelotón de fusilamiento descargó sus amas sobre los tres condenados, los tres cayeron al suelo al mismo tiempo pero en el caso de Maximiliano de Habsburgo alcanzó a vivir otro poco. Entonces el médico, quien estaba preparado para realizar el embalsamamiento cubrió el cuerpo con una sábana mientras gente mojaba trapos con la sangre del archiduque muerto.
Después de hablar del embalsamamiento de Maximiliano de Habsburgo, Szender Ede reflexiona sobre las implicaciones del fusilamiento, considera que:
“¿Cometieron algún error político los que organizaron los acontecimientos sangrientos en Querétaro? No. México tenía que demostrar que es fuerte y valiente y que no tiene temor ante las amenazas conquistadoras de los europeos quienes no deben imponer su voluntad ni en la conducta ni en el destino del país."