Hígado graso no alcohólico y cirrosis hepática: por esta razón es que podrías tener esta enfermedad sin darte cuenta

Las enfermedades hepáticas suelen progresar silenciosamente, y muchas personas las desarrollan sin presentar síntomas evidentes en su etapa inicial

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Hígado graso no alcohólico y
Hígado graso no alcohólico y cirrosis hepática: por esta razón es que podrías tener esta enfermedad sin darte cuenta (Foto: Infobae México/ Jesús Aviles)

Las enfermedades hepáticas suelen progresar silenciosamente, y muchas personas las desarrollan sin presentar síntomas evidentes en su etapa inicial. Una de las afecciones más comunes es el hígado graso no alcohólico (HGNA), que puede desencadenar complicaciones severas, como la esteatohepatitis no alcohólica (EHNA) y, en casos graves, cirrosis hepática.

Según el Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y Renales (NIDDK) de Estados Unidos, esta enfermedad afecta especialmente a personas con obesidad, diabetes tipo 2 o resistencia a la insulina.

La acumulación de grasa en el hígado no relacionada con el consumo excesivo de alcohol es la característica principal del HGNA. Aunque su prevalencia ha aumentado considerablemente en los últimos años, muchos pacientes desconocen que la padecen, ya que en sus primeras etapas no suele generar síntomas.

Las enfermedades hepáticas suelen progresar
Las enfermedades hepáticas suelen progresar silenciosamente, y muchas personas las desarrollan sin presentar síntomas evidentes en su etapa inicial Foto: (iStock)

Etapas silenciosas: del hígado graso a la cirrosis

El HGNA se desarrolla cuando más del 5% del tejido hepático está compuesto por grasa. Según MedlinePlus, en la mayoría de los casos esta condición es benigna y no presenta síntomas visibles. Sin embargo, un porcentaje de los pacientes puede evolucionar a una etapa avanzada conocida como esteatohepatitis no alcohólica (EHNA), en la que la grasa acumulada genera inflamación, cicatrización y daño en el tejido hepático.

Con el tiempo, si no se trata, la EHNA puede progresar hacia una cirrosis hepática, un estadio en el que las cicatrices del hígado se vuelven permanentes y afectan su funcionamiento. En esta etapa avanzada, los síntomas pueden incluir fatiga extrema, pérdida de apetito, hinchazón abdominal, ictericia (coloración amarillenta de la piel y ojos) y confusión mental. No obstante, el problema radica en que estas manifestaciones suelen aparecer cuando el daño es ya severo e irreversible.

¿Quiénes están en mayor riesgo?

De acuerdo con el NIDDK, varias condiciones aumentan el riesgo de desarrollar hígado graso no alcohólico, entre ellas:

  • Obesidad, especialmente la acumulación de grasa abdominal.
  • Diabetes tipo 2 o resistencia a la insulina.
  • Colesterol alto o triglicéridos elevados.
  • Presión arterial elevada.
Etapas silenciosas: del hígado graso
Etapas silenciosas: del hígado graso a la cirrosis Foto: (Jesús Tovar Sosa/Infobae)

Además, factores como el sedentarismo, una dieta rica en alimentos procesados y azúcares añadidos también contribuyen al desarrollo de esta enfermedad.

¿Por qué podrías no darte cuenta?

La ausencia de síntomas en las primeras etapas es la razón principal por la que muchas personas no son conscientes de que padecen hígado graso no alcohólico. Es por esto que, según los expertos, las revisiones médicas periódicas son esenciales, especialmente si existen factores de riesgo. Pruebas como análisis de sangre, ultrasonido hepático o, en casos especiales, biopsias hepáticas, ayudan a detectar la acumulación de grasa y evaluar el daño en el hígado.

Cuidado y prevención

Controlar los factores de riesgo como el peso, el colesterol y los niveles de azúcar en sangre es fundamental para prevenir el desarrollo o avance del HGNA. Una dieta balanceada basada en frutas, verduras, proteínas magras y grasas saludables, junto con el ejercicio regular, son herramientas clave para mantener un hígado sano.

El hígado graso no alcohólico es una enfermedad silenciosa que puede tener consecuencias graves si no se atiende a tiempo. Consultar regularmente a un médico y mantener buenos hábitos de vida son las mejores estrategias para proteger este órgano vital.