“Nadie te querrá nunca como yo” y otras frases que delatan una relación tóxica, según un psicólogo

Según expertos, algunas expresiones comunes en parejas esconden dinámicas negativas y manipulación emocional, comparables a la adicción. Especialistas señalan patrones del cerebro humano que explican por qué toleramos estas situaciones

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El cerebro responde al lenguaje
El cerebro responde al lenguaje romántico activando zonas similares a las de la adicción. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Las palabras que recibimos de nuestra pareja, especialmente durante el enamoramiento, tienen un impacto profundo que va más allá de lo emocional, están estrechamente ligadas a procesos biológicos y neurológicos que nos transforman.

El enamoramiento es un proceso complejo que combina aspectos biológicos, psicológicos y sociales. Desde el punto de vista científico, se puede entender como una fase inicial del amor que involucra una intensa atracción hacia otra persona y una serie de reacciones químicas en el cerebro.

De acuerdo con el artículo “La neurociencia y el amor”, publicado por la Gaceta de la Facultad de Medicina de la UNAM, el amor puede dividirse en tres categorías principales: atracción sexual, amor romántico, y apego. Este amor romántico, según explican los académicos Mauricio De la Cruz y Lolbé Castañeda, provoca la liberación de diversos neurotransmisores, entre los que se encuentran la dopamina, norepinefrina y serotonina.

Cuando una pareja nos habla, nos elogia, nos consuela o nos hiere, sus palabras no sólo resuenan en nuestro pensamiento, sino que activan estas sustancias que moldean nuestro estado emocional y fisiológico. La neurobióloga y antropóloga estadounidense de la Universidad Rutgers, en Nueva Jersey, Helen Fisher, descubrió que el enamoramiento activa las mismas áreas cerebrales que la adicción a las drogas, como la amígdala y el núcleo accumbens, el que se encarga de gestionar el circuito de recompensa de una persona.

Expresiones cotidianas, disfrazadas de amor,
Expresiones cotidianas, disfrazadas de amor, perpetúan ideales dañinos y ciclos de dependencia emocional, según expertos en psicología y neurociencia.

¿Por qué nos afecta lo que nuestras parejas dicen?

Helen Fisher explica que la pasión inicial nos inunda de hormonas como la dopamina, un neurotransmisor que produce una sensación de euforia similar a la que experimentamos bajo los efectos de ciertas drogas, adicción causada por las hormonas del otro, estado de conciencia alterado que nos lleva a hacer cualquier cosa por seguir viéndolo, miedo al síndrome de abstinencia generado por la ausencia.

Este ‘subidón’ químico es el responsable de la idealización de la pareja y de la percepción de que hemos encontrado a alguien “único”. Y en ese contexto alterado, cada palabra que viene del ser amado puede potenciar nuestro bienestar o hundirnos emocionalmente. Es ahí donde reside el verdadero poder de lo que dicen: no se trata solo de frases bonitas o hirientes, sino de estímulos que activan zonas profundas del cerebro, capaces de hacernos sentir vivos, seguros o completamente vulnerables.

Gran parte de lo que experimentamos con el lenguaje de nuestras parejas se sustenta en la concepción tradicional del amor romántico, la cual suele estar marcada por la idealización del otro y la dependencia emocional. Por ello, el psicólogo Luis Muiño, en su más reciente libro La trampa del amor (Aguilar, 2025), propone identificar aquellas frases que perpetúan esta visión distorsionada del amor, con el fin de evitar que se sigan transmitiendo a las nuevas generaciones.

8 frases que prenden alertas rojas

Psicólogos proponen identificar frases dañinas
Psicólogos proponen identificar frases dañinas para construir vínculos saludables.

A continuación las frases comunes en las relaciones amorosas pueden parecer inofensivas, pero en realidad perpetúan patrones dañinos ligados al amor romántico tradicional y la manipulación emocional:

  • “Si me quisieras de verdad…”

Suele ser el inicio de una exigencia disfrazada de amor. Es una frase manipuladora que apela a los mitos del amor romántico: dependencia, idealización y fusión emocional. “Es terrible porque tira de los tres mitos del amor romántico que llevan con el homo sapiens desde su inicio, es decir, desde hace 3000.000 años. Y que son los mismos que todavía encontramos en las comedias románticas o en las canciones: si me quieres tienes que ser adicta a mí e idealizarme como si yo fuera un ser de luz”, explica Muiño al diario ABC.

Agrega que se trata de una visión equivocada del amor como la de Romeo y Julieta: “Básicamente, es una frase que remite al tipo de amor romántico que representan Romeo y Julieta. Lo que la gente parece no recordar es que esta es una historia que dura tres días y en la que mueren seis de los protagonistas principales. O sea, que de bonita no tiene nada”.

  • “Relájate”, “te lo tomas todo”

Minimizan las emociones de la otra persona, deslegitiman sus reacciones y muchas veces tienen un sesgo de género. “Son muy típicas de los manipuladores o estafadores emocionales, que las utilizan para culpabilizar a su víctima. Y normalmente tienen un toque machista porque suelen referirse casi siempre a las chicas y casi siempre en términos de histéricas (recordemos que, hasta el siglo XIX, se decía que la ‘histeria’ se localizaba en el útero). Suelen ser hombres que acusan a mujeres de ponerse histéricas cuando ellos hacen algo perverso, manipulador o tóxico. Por ejemplo, coquetear con su amiga y acusarla a ella de ser una paranoica”, señala el psicólogo.

  • “Solo estaba bromeando”

Encubre agresiones verbales bajo un disfraz de humor. “Es un juego muy habitual: tirar la caña diciendo una burrada y, si ve que te molesta, recurrir al humor con frases como ‘No sé cómo te pones así, si solo era una broma”, dice Muiño. Señala que esta frase traslada la culpa a la víctima y forma parte de una estafa emocional. “Pero sigue siendo parte de una estafa emocional y hay que desmontarla con ‘mensajes Yo’, que son esenciales en psicología de pareja. Por ejemplo: ‘Da igual que sea broma o no, a mí me ha hecho daño’”, recomienda.

  • “Estás loco o loca”

Suele aparecer cuando las otras estrategias de descalificación no funcionan. Busca invalidar por completo la percepción y sentimientos del otro. “Todos, todos, todos los estafadores emocionales han jugado con la idea de que la chica está loca y detrás de esto puede estar el fenómeno de ‘luz de gas’, un concepto que se popularizó a través de la película Luz que agoniza (Gaslight en inglés), de 1944», explica Muiño.

  • “Mira lo que me obligas a hacer”

Es una frase clásica del abuso, que transfiere la responsabilidad de las conductas agresivas al otro. “Si bien es cierto que cada vez tenemos más claras cuáles deben ser las banderas rojas que no hay que sobrepasar, por ejemplo que alguien te pegue o te grite, esta táctica es un clásico del maltrato. Es decir, todos los maltratadores físicos la han utilizado como estrategia: la culpa de que te pegue la tienes tú. ¿Cómo me obligas a hacer esto?”, sostiene el psicólogo. Y aclara: “Ningún comportamiento inadmisible se puede justificar. Hay que centrarse en el comportamiento”.

  • “Deberías ser más como…”

Las comparaciones atacan directamente la autoestima y generan inseguridad. Muiño lo vincula con los sesgos cognitivos naturales del ser humano: “Tirar de frases que te comparan con otro es muy fácil porque los seres humanos funcionamos por comparación. Es el sesgo cognitivo por excelencia”. Y advierte: “Siempre funciona para hundirte la autoestima. Es como en las redes sociales, que solo se sube lo bueno; tú no ves el sótano de los demás, solo su escaparate”.

La idealización y dependencia emocional
La idealización y dependencia emocional son resultados de ciertos lenguajes en pareja.
  • “Nadie te querrá nunca como yo”

Apunta a activar la dependencia emocional, apoyándose en la química del cuerpo. “Es una de las frases históricamente utilizadas para que no te abandonen porque va orientada también a ‘la trampa hormonal’. Si nos dejamos guiar por las hormonas, tu oxitocina, por ejemplo, te va a decir que eso es cierto.

Porque la oxitocina funciona manteniendo el vínculo sea como sea. En el Paleolítico, esto tenía sentido porque, si tú te vas de la cueva, lo más seguro es que te coman un tigre de dientes de sable. Probablemente era mejor quedarte con una relación aunque fuera hipertóxica, pero en el siglo XXI no tiene sentido», explica Muiño.

  • Los silencios

La omisión también puede ser una forma de violencia. El derecho a la comunicación en pareja es fundamental. “Muchas veces el problema no está en lo que se dice, sino en lo que no se dice. En pareja, es habitual. Yo ahí doy un mensaje claro: tenemos derecho a tener información sobre todo lo que ocurre en nuestra pareja. Eso quiere decir que si la otra persona entra en un momento de silencio, tú tienes derecho a decirle ‘oye, necesito hablar esto ya. Si no quieres ahora, te dejo espacio, pero dime cuándo y ese cuándo tiene que ser en las próximas horas”.

Estas expresiones, lejos de ser inocentes, activan mecanismos de control, dependencia, miedo o inseguridad. Cuestionarlas es el primer paso para construir vínculos más sanos y libres.