
Durante su sexenio, de 2018 a 2024, el expresidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) implementó una estrategia de seguridad muy peculiar, a la que llamó “abrazos no balazos”.
Fue desde finales del sexenio del exmandatario panista Felipe Calderón, que AMLO dijo que en lugar de la fuerza, su gobierno apostaría por programas sociales para alejar a los jóvenes de la delincuencia, además de cambiar el enfoque criminalizante ante el consumo de drogas.
“En el caso que nos ocupa de la violencia y de la inseguridad pública, podemos resumir: Abrazos y no balazos”, señaló.
Dicho cambio de estrategia se reflejó en menos enfrentamientos de la Sedena, y menos personas fallecidas a manos de las Fuerzas Armadas que en sexenios anteriores, además de un nivel menor de aseguramiento y erradicación de drogas, como la marihuana.

Sobre esta estrategia de seguridad, y la que se lleva en la actualidad durante la administración de la morenista Claudia Sheinbaum Pardo, habla el periodista Carlos Loret de Mola en su columna Historias de reportero de este martes, titulada “Balazos, no abrazos”, la estrategia de Sheinbaum.
En ella, Loret de Mola expone que cada tuit de Omar García Harfuch es una “mentada de madre” a López Obrador y a su estrategia de “abrazos no balazos”. Y es que cada operativo es una exhibida “monumental” al exmandatario y la colusión que permitió con el crimen organizado en todo el país, según Loret de Mola.
“En el país donde no había fentanilo, en diciembre se anunció la incautación de ¡una tonelada! en Los Mochis. En el país donde no había narcolaboratorios de fentanilo, llevan 644 desmontados (¡42 en los últimos cuatro días, solamente en Sinaloa!). Nada más en Zacatecas, uno de esos narcolaboratorios clandestinos medía ¡40 hectáreas! y tenía 36 reactores, 56 tambos, 65 tinas, nueve mezcladoras, 77 tanques de gas, 209 bidones, cuatro motogeneradores, 62 condensadores, 94 quemadores y material capaz de producir ¡700 millones de dosis! Lo desmantelaron en marzo", se lee.
Dice que, en el país en el que ya se había terminado el huachicol, el fin de semana se incautaron, en Tamaulipas, 10 millones de litros de diésel, 192 contenedores, 29 tractocamiones y un buque de combustible robado. Además, hace una semana se aseguraron ocho millones de litros en un terreno propiedad de un exsenador de Morena en Baja California. Todo esto en en mismo país donde ya se había terminado el huachicol.

En el país en el que con AMLO se dijo que las autoridades eran suaves con los narcotraficantes porque se estaban combatiendo las causas, el Gobierno federal actual lleva 15 mil 887 detenidos sólo por delitos de alto impacto en apenas seis meses de la actual administración.
“En el país de “no se han detenido a capos, porque no es esa nuestra función principal”, 29 altos mandos de los cárteles fueron expulsados a Estados Unidos en febrero (sin poner de pretexto al Poder Judicial) para que enfrenten allá las más rudas consecuencias de sus actos", se señala en la columna.
Según el periodista, AMLO desperdició seis años de su gobierno tratando de pintar un país color de rosa y no se cansó de mentir, pues en sus narices se producía fentanilo, había narcolaboratorios, se disparó el huachicol, se delinquía impunemente y los cárteles se volvieron más poderosos que nunca. “No es poca paradoja que la sucesora designada por él, su gran heredera, lo esté exhibiendo”.
Loret de Mola dice que se podrán reprochar a la Presidenta las “maromas” que tiene que dar para evitar decir que su mentor político empoderó a la delincuencia organizada, y que ella está enmendado todo eso. “Tanto como se puede celebrar el golpe de timón que ordenó ante una estrategia que había fracasado notoriamente”, explica.
Lo cierto, señala, es que la estrategia que se tiene ahora, a la que se tenía en el sexenio pasado, es otra. Además, también es cierto que la mandataria nacional ya había instruido a su gabinete de Seguridad, encabezada por Harfuch y reforzado de manera muy relevante por los secretarios Revilla y Morales en Defensa y Marina, un cambio de estrategia (los perfiles se los secretarios lo demuestran) incluso antes de que la presión de Trump sirviera como un acelerador de esta nueva ruta que bien podría llamarse “balazos, no abrazos”, “aunque le duela a López Obrador”, concluye.