
En febrero de 2025, operadores del Cártel de Sinaloa recibieron la instrucción de suspender de inmediato la producción de fentanilo, en lo que fue la tercera orden directa en menos de dos años para paralizar sus actividades químicas.
La orden coincidió con el anuncio del gobierno de Estados Unidos, emitido el 20 de febrero, que incluyó a ese grupo criminal en la lista de organizaciones terroristas extranjeras (FTO) y terroristas globales especialmente designados (SDGT).
De acuerdo con el testimonio de operadores de un laboratorio de fentanilo entrevistados por periodistas de Nmás, aunque no se especifica si serían de la facción de Los Chapitos o La Mayiza, éstos recibieron una orden “definitiva” para detener cualquier producción de esta droga sintética en el mes febrero, una instrucción directa de “los jefes”.
Según declaró uno de ellos, “cualquier evidencia nos convierte en terroristas”, en alusión a la gravedad con que se percibe el nuevo entorno legal y operativo tras la decisión del Departamento de Estado.
La situación fue documentada por el equipo de “En Punto” de Nmás, que regresó recientemente al mismo laboratorio clandestino que visitó en 2022, cuando fue a grabar el proceso de fabricación de fentanilo al interior de una instalación operada por el Cártel de Sinaloa, que en ese entonces no estaba en una guerra intestina.
Tres años después, encontraron el sitio vacío. No había personal, y los insumos estaban abandonados en el lugar: frascos químicos con residuos, básculas, máscaras antigas y overoles cubiertos de polvo. En el patio trasero aún se veían bidones con restos de precursores. El cocinero entrevistado por el medio antes citado, que participó en ambas visitas, explicó que todo fue desmantelado para evitar ser rastreados.

“Prácticamente todo hemos destruido. Ya está totalmente prohibido trabajar... Lo único que hace uno es estarse guardando, escondiendo, tratar de vender las pocas cosas que ya le quedan a uno para sobrevivir. Si no te cae el gobierno, te cae el otro…”, dijo uno de los encargados del sitio.
Según el testimonio del cocinero, la primera orden de frenar la producción llegó en mayo de 2023, cuando EEUU comenzó a cazar a Los Chapitos, pero fue de corta duración. Una segunda instrucción apareció en julio de 2024, poco después de la detención de Ismael “El Mayo” Zambada.
Esa captura desató una disputa interna entre la facción de Los Mayos y la de Los Chapitos, que desestabilizó aún más la cadena de producción, según testigo. El cocinero detalló que proveedores e insumos eran compartidos entre ambas facciones, por lo que la guerra interna afectó el flujo logístico del fentanilo.
La orden de febrero de 2025 llegó en ese contexto: con una presión creciente del gobierno mexicano, mayores operativos militares en la región, y una fractura interna que complicó las operaciones; todo ello que se sumó a la designación que hizo el presidente Donald Trump.

El impacto de las órdenes internas y de la presión de ambos gobiernos no ha significado el fin de la producción, sino su desplazamiento. Según el periodista Víctor Valles, muchos cocineros se han trasladado a Sonora, Durango, Jalisco y Michoacán, entidades con menor presencia de fuerzas federales, para continuar la elaboración de fentanilo en otros puntos fuera de Sinaloa, donde se ha vuelto imposible seguirlos operando, a decir de estos encargados.
Así cambió la producción de fentanilo, según Insight Crime
Este patrón de reconfiguración en la producción también fue documentado por Insight Crime, que en un reportaje publicado en enero de 2025 analizó cómo cambió el modelo de operación del fentanilo tras la supuesta “prohibición” impuesta por Los Chapitos en 2023, orden que marcó un punto de inflexión en el modelo de producción del opioide sintético en México.
De acuerdo con la investigación titulada “Los productores de fentanilo en México se adaptan a los retos del mercado”, la orden fue tajante: “quemen todo, se cerró el negocio”. A partir de ese momento, colapsó el modelo descentralizado que había caracterizado al mercado de fentanilo durante los cinco años anteriores, basado en pequeños productores semi-independientes que operaban sin necesidad de pertenecer directamente a las estructuras centrales del cártel.

La producción no desapareció, pero se reestructuró bajo un modelo más controlado. A partir de mediados de 2023, solo un grupo reducido de operadores con vínculos de confianza o familiares con las facciones del cártel pudieron continuar la producción, ahora sujeta a autorización directa.
El control también se extendió al territorio. Las operaciones se trasladaron a zonas más remotas de la sierra de Sinaloa, lo que elevó los costos logísticos y redujo el número de laboratorios activos. Como resultado, los precios comenzaron a repuntar: en agosto de 2024, el kilogramo de fentanilo se vendía en Culiacán a 6.000 dólares, el doble del valor registrado un año antes.
Este nuevo modelo permitió mejorar la consistencia del producto. En 2024, la DEA reportó que cinco de cada diez pastillas contenían una dosis letal, frente a las siete de cada diez del año anterior.
Las modificaciones también tuvieron efectos fuera de México. En 2024, las incautaciones de fentanilo en territorio estadounidense se redujeron a 9.928 kilogramos, frente a los 12.257 kilogramos decomisados en 2023, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EEUU. Las muertes por sobredosis bajaron un 17% en el mismo periodo, la primera caída significativa en más de una década.
Pese a estos resultados, Insight Crime advierte que no se trata del fin del mercado de fentanilo, sino de una etapa de consolidación. Los productores han comenzado a diversificar sus métodos, incorporando nuevos precursores menos regulados y sustancias como la xilacina, un sedante veterinario que se mezcla con el fentanilo para aumentar el volumen de producción.