
“En mi adolescencia me entró la rebeldía, como a todos, probé de todo, cometí excesos, hice muchas tonterías, cosas comunes en los adolescentes y traje preocupación y tristeza a mi mamá, a mi papá, a mi tita, a mis hermanitas”.
Con estas palabras Alexander Acha dejó al descubierto un pasado turbulento que lo llevó a desafiar los límites y a preocupar demasiado a su familia. Sin embargo, la madurez llegó como un golpe de realidad, una transformación que le devolvió el rumbo y lo llevó de vuelta a su verdadera pasión: la música.
Alexander Acha hace revelación
Así lo dio a conocer el cantante en el escenario de la segunda temporada de “Juego de voces”, que se impregnó de una emotividad cuando el rubio intérprete abrió su corazón.
Antes de cantar, el hijo del legendario Emmanuel tomó un respiro profundo y, con la voz cargada de sentimiento, hizo una revelación conmovedora.
“Quisiera decir algo antes de comenzar”, fueron sus primeras palabras. Lo que siguió fue una declaración que entrelazó música, recuerdos y un profundo agradecimiento.
Emmanuel siempre fue un refugio para Alexander Acha
Desde la infancia, la música fue para Alexander un refugio, una necesidad tan vital como el aire, dijo. Aprendió a tocar el piano a temprana edad y su amor por las melodías creció bajo la influencia de su padre, un hombre al que describió como “fiel y dulce como la miel, pero firme como el hierro”.
Emmanuel, aunque en constante viaje debido a su carrera, se convirtió en su maestro sin que el joven lo expresara abiertamente. Alexander buscaba su cercanía a través de su música, refugiándose en ella para mitigar la ausencia.
Pero la adolescencia lo alejó del camino que su corazón le marcaba. En su búsqueda de identidad, cruzó líneas que pusieron en vilo a su familia. La situación alcanzó un punto crítico hasta que Emmanuel, viendo que las palabras ya no eran suficientes, recurrió a la escritura.
Le entregó una carta en la que plasmó una reflexión que cambiaría la vida de su hijo para siempre. “Querido hijo, la bravura es necesaria, es cierto, pero las bestias son más bravas que los hombres, sin embargo, los hombres las dominan con inteligencia. ¿Tú, Alex, quieres ser bestia o vas a ser hombre? Te quiero: papá”.
Aquellas líneas dejaron una huella imborrable en Alexander. Recordó el momento exacto en que leyó esas palabras, iluminado apenas por la tenue luz del garage.
Entendió que, en su afán por ganar el respeto de su padre, había perdido el rumbo. Pero esa carta no solo derrumbó su orgullo, también despertó su inteligencia. La magia de Emmanuel, como un Merlín contemporáneo, reordenó su vida y lo guió de vuelta a su verdadera pasión: la música.
Frente a un auditorio conmovido, Alexander decidió que era momento de cerrar aquel ciclo de silencio y responder, aunque con años de retraso. “Nunca te respondí la carta, pero hoy llegó el día”, dijo, conmovido. En un acto de profunda gratitud, reconoció la guía de su padre, su amor incondicional y el acompañamiento en cada una de sus aventuras.
Le agradeció por esa corrección necesaria y aseguró que, si volviera a recibir la pregunta, su respuesta sería clara: “Quiero ser el mejor hombre para Dios, para mi esposa, para mis hijos, para ti, para mi mamá, mis hermanas, mis amigos, para el mundo entero”.
Emmanuel, visiblemente conmovido, le devolvió el gesto con palabras llenas de amor. “Gracias por tu crecimiento, por ser un hijo maravilloso. Estas lágrimas dicen más que todas las canciones y cartas, porque vienen del centro de tu alma”. Su voz quebrada reflejó la magnitud del momento, uno que, según sus propias palabras, jamás imaginó vivir en televisión. En un aplauso ensordecedor, el público selló el instante.
Entre los asistentes, Angélica Vale sintetizó el sentimiento generalizado: “Emmanuel, debo reconocer que lo que acaba de hacer tu hijo nos ha hecho llorar a todos”. Y así, en un escenario cargado de música y emociones, padre e hijo demostraron que el verdadero arte no solo se canta, también se vive.