Cuál es la polémica sobre la autenticidad de los huesos de Cuauhtémoc que reavivó por un nuevo análisis

El hallazgo liderado por Eulalia Guzmán en 1949 originó desacuerdos que no han logrado confirmar una relación entre los restos y el último emperador azteca

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El pasado 28 de febrero
El pasado 28 de febrero se realizó un homenaje por los 500 años de su fallecimiento. (X:@panda_profesor)

El caso de los supuestos restos de Cuauhtémoc sigue siendo un tema de interés histórico y cultural, pues a pesar de los numerosos estudios realizados, no se ha logrado resolver el misterio en torno a ellos, ya que la falta de documentación histórica precisa y las irregularidades en las excavaciones iniciales han dificultado la posibilidad de llegar a una conclusión definitiva. Aunado a ello, el libro “Cuauhtémoc negado. Análisis de la negación de los restos de Cuauhtémoc: Epistemología y método”, del investigador Jorge Veraza Urtuzuástegui, publicado por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), reavivó el debate en el contexto del 500 aniversario de la muerte del último tlatoani mexica, ocurrida el 28 de febrero de 1525.

La polémica sobre la autenticidad de los huesos de Cuauhtémoc, el último emperador azteca, ha sido un tema debatido durante mucho tiempo. La controversia se centra en si los restos hallados en 1949 realmente pertenecen a Cuauhtémoc o si son de otra persona, ya que a lo largo de las décadas, diversos investigadores han cuestionado la autenticidad de los huesos, y las dudas sobre su verdadero origen.

De acuerdo con la revista Arqueología Mexicana, el descubrimiento de los restos en Ichcateopan, un pueblo en el estado de Guerrero, fue anunciado en 1949 por la historiadora Eulalia Guzmán, quien lideró las excavaciones en el lugar, sin embargo, las condiciones en las que se realizaron los trabajos arqueológicos fueron cuestionadas desde el principio, ya que, según los arqueólogos Carlos Margáin y Jorge Acosta, quienes posteriormente revisaron el sitio, las excavaciones carecieron de controles técnicos adecuados, como un registro detallado de las actividades o un diario de campo.

El descubrimiento de los supuestos huesos de Cuauhtémoc

Actualmente, la discusión continúa por
Actualmente, la discusión continúa por presión del pueblo, pues desde hace más de 70 años, se niega que sean los huesos del emperador. (FB: Instituto Nacional de Antropología e Historia)

El descubrimiento inicial se realizó en una fosa ubicada bajo el altar mayor de la iglesia de Santa María de la Asunción. De acuerdo con el texto “Descubrimiento de los restos de Cuauhtémoc”, escrito por la propia Eulalia Guzmán Barron, “era una fosa rarísima” que medía 40 centímetros de largo por 32.5 de ancho y 40 de profundidad.

Según Guzmán, la fosa contenía huesos semihundidos en ceniza, junto con objetos como cuentas de jade, amatista y metal, fragmentos de cráneo y una placa de cobre rectangular. Guzmán interpretó estos elementos como evidencia de que los restos pertenecían a Cuauhtémoc, quien habría sido sepultado en condiciones humildes, acorde con la pobreza de la orden franciscana que, según la tradición, habría custodiado su entierro.

Sin embargo, la falta de pruebas concluyentes y las irregularidades en el proceso de excavación llevaron a la creación de una comisión para evaluar los hallazgos, por lo que, posteriormente, en 1962, un informe titulado “Los hallazgos de Ichcateopan. Actas y dictámenes de la Comisión” señaló que no era posible confirmar que los restos correspondieran al último tlatoani mexica, pues, según el análisis, la fosa no estaba sellada de manera adecuada y los pisos que la cubrían habían sido alterados, lo que comprometía la autenticidad del hallazgo.

Al respecto, el investigador Jorge Veraza Urtuzuástegui explica en el libro que ha vuelto a poner el tema sobre la mesa, que entre las 20 evidencias que Eulalia Guzmán ha ofrecido para respaldar la veracidad de los restos, la tumba nunca fue manipulada, pues estaba debajo del altar de la iglesia, el cual fue erigido sin cimientos para colapsar en caso de que alguien escarbara y, a su vez, debajo de 20 toneladas de rocas.

¿Cuál fue el dictamen final?

De acuerdo con el artículo “Ichcateopan y los restos de Cuauhtémoc”, publicado por Eduardo Matos Moctezuma en la revista Arqueología Mexicana, en 1974, bajo la presidencia de Luis Echeverría, se formó una nueva comisión para realizar un análisis más exhaustivo, en la que se incluyó a arqueólogos, antropólogos físicos, historiadores y químicos, entre ellos el reconocido arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma.

Según el autor, durante varios meses, los investigadores examinaron los restos óseos, los objetos asociados y los documentos relacionados con el hallazgo, pero el dictamen final de 1976 fue contundente: los restos no podían ser atribuidos a Cuauhtémoc.

Entre las conclusiones más relevantes, se determinó que los huesos pertenecían a ocho individuos, incluyendo una mujer mestiza adulta, y que los entierros correspondían a diferentes épocas. Además, se estableció que la iglesia actual de Ichcateopan no existía en 1529, fecha en la que supuestamente habría ocurrido el entierro, ya que su construcción comenzó en 1550.

Además de lo mencionado, también se concluyó que los documentos que respaldaban el hallazgo eran apócrifos y que la tradición oral sobre el entierro de Cuauhtémoc en Ichcateopan solo se remontaba a 1949.

En su libro, Veraza Urtuzuástegui menciona que, aunque se afirmó que el cráneo era pequeño en comparación con el cuerpo y por ellos se le consideró de una mujer, la comisión no tomó en cuenta que se trataba de huesos calcinados. Según el investigador, articulaba también con el esqueleto masculino por medio de una de las vértebras cervicales, sin embargo, esa prueba científica no se reconoció en 1976 por razones que no están muy claras.

Cuauhtémoc dejó una huella imborrable
Cuauhtémoc dejó una huella imborrable en la historia de México y en la memoria colectiva. (DEA/Scala Firenze)

Las tensiones políticas y sociales en torno al hallazgo

Arqueología Mexicana detalla que el descubrimiento de los restos de Cuauhtémoc no solo generó interés científico, sino que también fue objeto de tensiones políticas y sociales, pues, según la doctora Alejandra Moreno Toscano, miembro de la segunda comisión, citada en la publicación, diversos grupos intentaron capitalizar el hallazgo para promover agendas ideológicas. Por ejemplo, sectores de izquierda apoyaron a Eulalia Guzmán, quien publicaba en la Revista Cultura Soviética, mientras que otros sectores criticaron duramente sus métodos y conclusiones.

Estas tensiones se reflejaron en caricaturas, artículos de opinión y debates públicos que polarizaron a la sociedad mexicana, además, algunos defensores del hallazgo acusaron a los escépticos de traición, mientras que otros cuestionaron la falta de rigor científico en las investigaciones iniciales. Por otro lado, la Secretaría de Educación Pública, que supervisó las primeras investigaciones, optó por dejar el caso abierto, lo que permitió que la controversia persistiera.

Debido a todo ello, tras la publicación de su libro, en una entrevista con La Jornada Baja California, Veraza Urtuzuástegui declaró No digo que estén mintiendo, es posible que crean en lo que dicen, lo asumen; la comisión no puede ir más allá, pero ellos sí. Con otros más, son los que se han encargado, a través de la prensa y en sus intervenciones, de plantear esta falsedad”.