
El calentamiento global continúa mostrando señales alarmantes de aceleración, pues según datos del Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S), citados en la Gaceta UNAM, enero de 2025 se posicionó como el primer mes del año más cálido nunca antes registrado, con una anomalía de 0,09 °C en comparación con el de 2024.
De acuerdo con Francisco Estrada Porrúa, coordinador del Programa de Investigación en Cambio Climático (PINCC) de la UNAM, estas cifras son particularmente inquietantes, especialmente porque se esperaba que las temperaturas globales disminuyeran en 2025 debido a la influencia de La Niña, un fenómeno climático que suele contrarrestar el calentamiento global, sin embargo, esto no sucedió.
En este contexto, es importante mencionar que el Acuerdo de París, firmado en 2015 por 196 naciones, estableció como objetivo limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C, sin embargo, datos de National Geographic revelan que 2024 fue el primer año en que el planeta superó este umbral. Además, la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) estima que existe un 7% de probabilidad de que 2025 se convierta en el año más cálido registrado.
Al respecto, el Dr. Estrada Porrúa advirtió que las proyecciones iniciales del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), que preveían alcanzar el límite de 1,5 °C en 2040, ya no son viables, pues “ya estamos viviendo en ese lapso”, explicó.
¿Cuál es la situación en México?

El investigador de la UNAM también destacó que México se está calentando más rápido que el promedio global, y ejemplifica con 2024, año en que la anomalía de temperatura en el país fue de 2,14 °C por encima del promedio.
De acuerdo con la información proporcionada en la Gaceta UNAM, las proyecciones indican que, para 2050, la temperatura anual promedio en México podría aumentar más de 2 °C respecto al periodo preindustrial, y para finales del siglo, este incremento oscilará entre 2,9 °C y 5,3 °C.
Ante este panorama, el experto subrayó la necesidad de que el gobierno implemente políticas ambientales sólidas y sostenibles, no solo para mitigar los efectos del cambio climático, sino también para fortalecer la capacidad de adaptación de las comunidades más vulnerables. “La acción inmediata y coordinada es clave para enfrentar este desafío y asegurar un futuro más seguro para las próximas generaciones”, concluyó.
Por otro lado, según Estrada Porrúa, la salida de países como Estados Unidos del acuerdo, especialmente durante la administración de Donald Trump, ha generado un impacto significativo. Se estima que esta decisión podría resultar en la emisión de cuatro mil millones de toneladas adicionales de dióxido de carbono y, si otras naciones siguen este ejemplo, las emisiones globales aumentarán aún más.
Deshielo de los glaciares

En un panorama más amplio, el impacto del calentamiento global es evidente en regiones como el Ártico, donde las temperaturas en algunas áreas de esta zona canadiense fueron 30 °C más altas que el promedio. Según el Centro Nacional de Datos de Nieve y Hielo, enero de 2025 registró la segunda menor extensión de hielo marino en su historia, solo superada por 2018 y en lugares como la Península de Borough, el hielo marino comenzó a derretirse o se presentó en menor cantidad de lo habitual.
Si la situación continúa así, en el año 2050 un tercio de los glaciares catalogados como Patrimonio de la Humanidad podría desaparecer, según estimaciones de National Geographic, pues un reciente estudio de la NASA reveló que entre 1985 y 2022, la capa de hielo de Groenlandia perdió aproximadamente 1,140 mil millones de toneladas, una cifra 21% mayor de lo previamente calculado por el mismo equipo de investigación.
En este contexto, la investigadora Ana Karina Ramos Musalem, del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático, advierte sobre el aumento significativo de agua dulce en los océanos como una grave consecuencia de este fenómeno. En palabras de la especialista, “este cambio afecta directamente la salinidad del agua, lo que podría alterar sustancialmente la dinámica oceánica a nivel global”.
Ramos señala que el agua dulce mencionada se concentra en una región clave entre Groenlandia y el Ártico, donde el agua fría y densa típicamente desciende, formando parte de la circulación de vuelco meridional del Atlántico, la cual es vital porque transporta calor desde el ecuador hacia los polos, sin embargo, el exceso de agua dulce podría debilitar su flujo y, como consecuencia, reducir la capacidad del océano de redistribuir calor, lo que tendría importantes repercusiones climáticas.
Al respecto, Estrada Porrúa indica que los océanos almacenan el 90% del calor generado por las emisiones de gases de efecto invernadero, por lo que son un indicador clave del cambio climático. “Si las temperaturas oceánicas no disminuyen en los próximos meses, esto evidenciará una aceleración contundente del calentamiento global”, señaló.
Además del impacto en las corrientes oceánicas mencionado por Ramos, el derretimiento total de los glaciares tiene el potencial de incrementar drásticamente el nivel del mar, amenazando con la desaparición de extensas áreas costeras en todo el mundo, por lo que, en vista del panorama actual, los especialistas exigen acciones inmediatas por parte de los gobiernos, las empresas y la sociedad en general para frenar esta crisis climática que amenaza el equilibrio del planeta y la supervivencia de las futuras generaciones.