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Lorenzo Soto, conocido en el mundo del crimen como “Pantera”, nació en un contexto familiar marcado por la violencia y el sufrimiento. Desde muy temprana edad, a los siete años, vivió una infancia marcada por la violencia intrafamiliar.
En su testimonio, recuerda que su hogar era un lugar de constante agresión física y emocional. “Mi vida era terrible, mis padres eran alcohólicos y golpeaban a mis hermanos y a mí constantemente”, relató en diversas entrevistas.
A los 11 años, la vida de Lorenzo dio un giro aún más oscuro cuando comenzó a consumir drogas. Según él, fue un amigo quien le ofreció heroína para aliviar un dolor de dientes. Este fue el inicio de una adicción que lo llevaría a consumir hasta 15 dosis al día. “Era hasta 15 veces al día las que me inyectaba”, confesó, reflejando lo destructivo que fue para él ese período de su vida.
Con el tiempo, la situación se volvió insostenible. A los 17 años, debido a su involucramiento en actividades delictivas y su consumo de drogas, Lorenzo se trasladó a los Estados Unidos, específicamente a Los Ángeles, donde se unió a la pandilla Mara 18. Su vinculación con el crimen se profundizó aún más, y pronto se vio atrapado en un ciclo de delitos, detenciones y encarcelamientos.
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De la oscuridad a la redención
En su paso por la Mara, Lorenzo aprendió sobre magia negra y pactos con demonios, un aspecto negativo de su vida que él mismo describió: “A mí me gustaba hacer pactos con demonios, me gustaba ir a los panteones, sacar la sangre y licuarla. Son rituales que se hacen dentro de la Mara, para según nosotros tener poder, pero dentro del penal nada sirve”, afirmó en una entrevista para Univisión en 2017.
Fue en prisión donde la vida de Lorenzo dio un giro radical. A los casi 18 años, fue condenado a 57 años de prisión por un asesinato, un crimen que él mismo justificó diciendo que actuó en defensa propia.
Su vida en prisión fue un largo proceso de sufrimiento. Según sus palabras, pasaba días enteros en una celda de apenas ocho por diez pies, en condiciones inhumanas. “A veces tenía que tomar agua del inodoro. No había luz, no había esperanza”, recordó. Sin embargo, el mismo infierno que vivió fue el lugar donde Dios entró en su vida.
Lorenzo relata que, en sus primeros encuentros con la fe, resistió y se mostró hostil ante los predicadores. “Cuando me hablaron de Cristo, maté al predicador. La cama de la cárcel se movía, se sentía esa atmósfera dentro de mi celda”, afirmó, dejando claro que su corazón estaba endurecido por años de sufrimiento y odio.
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La redención de Lorenzo Soto
El cambio en su vida ocurrió gracias a un hombre que llegó a la prisión, Fernando Vera, un ex pandillero de Ciudad Juárez que ahora era predicador. A pesar de las dificultades, la fe comenzó a hacer efecto en Lorenzo. “Cuando me dijo ‘I love you, my son’, cambiaron mi vida”, afirmó Lorenzo, recordando el momento clave en el que su corazón comenzó a abrirse a la posibilidad de un cambio real.
Con el tiempo, Lorenzo se liberó de las cadenas de su pasado y decidió entregarse completamente a la causa de Cristo. A lo largo de los años, se unió al grupo “Ángeles Mensajeros” en Ciudad Juárez, un grupo religioso compuesto en su mayoría por personas que, como él, habían sido parte del crimen organizado. Juntos, con su mensaje de esperanza, buscan rescatar a aquellos atrapados en la violencia y el crimen.
Hoy, como predicador, el Pantera es testimonio viviente de la transformación que la religión le trajo. En una entrevista para el canal de YouTube @MinisterioMaranath, Lorenzo expresó: “Yo quería ser reconocido como un malandro, como un pandillero, pero Dios me dio un propósito mucho mayor”. Su historia no solo es una lección de redención, sino también de perseverancia, fe y transformación.
El apodo de “Pantera”, que Lorenzo adquirió debido a su brutalidad en las peleas, ha quedado atrás, y hoy se presenta como un hombre renovado, comprometido con difundir el mensaje de esperanza y cambio a aquellos que, como él, alguna vez estuvieron perdidos en la oscuridad.