Cada 2 de febrero, en el marco de la celebración del Día de la Candelaria, miles de familias en países de América Latina y España participan en una tradición profundamente arraigada: vestir al Niño Dios. Este acto, que simboliza la inocencia y la pureza de la infancia de Jesucristo, tiene sus raíces en la conmemoración de la Presentación del Señor en el Templo, un evento descrito en el Evangelio de San Lucas.
De acuerdo con la tradición católica, el Día de la Candelaria recuerda el momento en que, de acuerdo con las costumbres judías, Jesús fue presentado en el Templo de Jerusalén 40 días después de su nacimiento. Este acto, que incluía la circuncisión y la ofrenda del niño a Dios, marcó un momento significativo en la vida de la Sagrada Familia. En México, esta celebración fue adoptada durante la Época Colonial, cuando se estableció la costumbre de vestir a los niños como el Niño Dios en honor a este evento bíblico.
La importancia de la vestimenta y su significado espiritual
El acto de vestir al Niño Dios no es un simple ritual, sino una expresión de devoción y respeto hacia la figura de Jesús en su infancia. La Iglesia Católica enfatiza que esta práctica debe realizarse con seriedad y reverencia, por lo que recomienda evitar tratar la imagen como un juguete o un objeto decorativo, pues señala que esta vestimenta simboliza la pureza y la inocencia: valores que se asocian con la niñez de Jesucristo.
Además, se recomienda conservar el vestido durante largos períodos y, de ser posible, confeccionarlo en casa. Esta sugerencia busca fomentar un trato más decoroso hacia la imagen y resaltar el significado espiritual de la tradición. La Iglesia también aprueba ciertos trajes específicos para el Niño Dios, como el Niño de las Palomitas, el Nazareno, el Sagrado Corazón y el Señor de la Misericordia, entre otros. Estas elecciones reflejan la identidad espiritual de las familias y su devoción particular.
El Día de la Candelaria: una celebración de fe y comunidad
El Día de la Candelaria no solo es una fecha para recordar la presentación de Jesús en el Templo, sino también una oportunidad para fortalecer los lazos familiares y comunitarios. Esta tradición está vinculada a la celebración de la Epifanía o Día de Reyes, cuando se parte la Rosca de Reyes. Quienes encuentran la figura del Niño Jesús en la rosca, asumen la responsabilidad de vestirlo y presentarlo el 2 de febrero, además de organizar una comida en la que se comparten tamales y atole: alimentos típicos de esta festividad.
La práctica de vestir al Niño Dios durante su primer año tiene un significado especial, ya que simboliza la llegada del pequeño Jesucristo al hogar y su integración en la vida espiritual de la familia. Según la iglesia, este acto es una forma de rendir homenaje a la infancia de Jesús y de renovar el compromiso de fe de los creyentes.
Recomendaciones para preservar la tradición con respeto
La Iglesia Católica ha emitido recomendaciones específicas para garantizar que esta tradición se mantenga fiel a su propósito original. Por ello, señaló que es fundamental tratar la imagen del Niño Dios con veneración y evitar cualquier acto que pueda considerarse irrespetuoso o indebido. Además, se sugiere que las familias participen activamente en la confección del vestuario para promover un enfoque más personal y significativo hacia la tradición.
Asimismo, la autoridad eclesiástica recordó la importancia de no cambiar el vestido del Niño Dios cada año, sino conservarlo como un símbolo de continuidad y respeto. Esta práctica refuerza el carácter sagrado de la imagen y evita que la tradición se convierta en un acto meramente superficial o comercial.